Las fuerzas de seguridad advierten de que los abusos sexuales a menores cometidos en internet están en preocupante aumento, empujados vertiginosamente por la hiperconectividad de los adolescentes a las pantallas y su poca educación digital y sexual.
La vergüenza y la culpa de haber sido engañados o chantajeados con alguna imagen íntima completan el vicioso círculo que deja en cifras ocultas la realidad de los ciberdelitos sexuales cometidos a menores por cada vez más jóvenes.
Hace apenas unas semanas el Gobierno aprobó el anteproyecto de ley de protección del menor en entornos digitales, una iniciativa que, aún en fase de consulta pública, pretende entre otras medidas, crear una orden de alejamiento virtual para los que cometan delitos contra los menores y penalizar la difusión de imágenes o audios de contenido sexual o vejatorio generadas con inteligencia artificial.
La norma pretende garantizar los derechos de los menores en el ámbito digital, así como la protección de sus datos personales y el acceso a contenidos adecuados para su edad con un plan de alfabetización de las tecnologías.
2.197 ciberdelitos a menores, una cifra “irreal”
En España los abusos sexuales a menores para producir pornografía son cada vez menores, pero por contra cada vez se genera más contenido sexual y se cometen más agresiones en el entorno digital mediante técnicas de ‘grooming’.
Unas prácticas que tienen como fin conseguir material sexual de un menor a través de internet e, incluso llegar a mantener un encuentro físico, en un proceso en el que la víctima es engañada y, al mismo tiempo, embaucada para que mantenga ese relación en línea en secreto.
Así lo exponen Javier Izquierdo, inspector de Policía Nacional adscrito a la Unidad de Ciberdelincuencia, y Cristian Martínez, guardia civil miembro de la sección de protección sexual infantil de la UCO durante el seminario “Ciberseguridad y Delitos Sexuales” celebrado esta semana en la Universidad Complutense de Madrid.
En el anonimato de la red, el “groomer” es, en la mayoría de los casos, un joven de entre 18 y 25 años, según revelan los agentes que apuntan que la hipersexualización de la juventud, unido a los algoritmos de las redes sociales y su afán por descubrir lo desconocido propio de la edad está dando como resultado un perfil de consumidor de pornografía cada vez más joven.
Y, lo peor, un perfil de abusador sexual también más joven, una vez que considera insuficiente solo consumir material pornográfico.
Según los datos del Sistema Estadístico de Criminalidad del Ministerio del Interior recogidos en una reciente respuesta parlamentaria del Gobierno al PP, el pasado año las fuerzas de seguridad registraron 2.197 delitos en internet cuyas víctimas eran menores de edad.
En estos delitos cometidos por medios telemáticos se incluyen no solo los de naturaleza sexual – pornografía, grooming, sexting o acoso sexual- sino también otras tipologías penales como las amenazas, las calumnias, injurias o la usurpación de identidad.
Nativos digitales poco acompañados
La tendencia al alza, aunque aún sumergida, de potenciales cibervíctimas menores no extraña a las fuerzas de seguridad que desde hace unos años constatan una explosión del cibercrimen, con las estafas en línea en la cúspide y que suponen ya el 70 por ciento de toda la delincuencia virtual.
Si hablamos de menores, los agentes lo tienen claro: “La sociedad no es consciente ni del problema real ni del peligro “, advierte en este seminario Cristian Martínez, el guardia civil especializado en delitos sexuales en internet.
Como él, el policía Sergi Ibáñez, del Grupo I de Protección al Menor de Ciberdelincuencia, pone el foco en el “uso, mal uso y abuso” de muchos adolescentes con las tecnologías en la mayoría de los casos sin saber los riesgos de sus conductas frente a una pantalla.
Y es que, según una última encuesta del INE, a los diez años un 25 % de los niños tiene móvil; a los doce, un 75 % y a los 15, un 94 %. Mientas, el uso del ordenador e internet se incrementa del 88 por ciento en los niños con 10 hasta alcanzar al 92 % de los que tienen 15 años.
Educación
“Viven en internet, se comunican en redes, se expresan y se relacionan con un móvil sin ser conscientes de todo lo que exponen”, afirma a EFE Ibáñez que explica que muchos “más de los que pensamos” graban con sus móviles sus relaciones sexuales y exhiben su intimidad sin saber que, una vez publicado ese vídeo, pierden el control.
Aquí es donde el agresor sexual y el ciberacosador encuentran “el caldo de cultivo perfecto”, en palabras del agente de la Guardia Civil que, como sus colegas de la Policía Nacional dejan claro que la herramienta más poderosa es la educación.
“A nadie le dan el carné de conducir sin más, un menor con un móvil en la mano también debería tener un aprendizaje”, aseguran a EFE Abraham Bedmar y Ana Llorente, dos policías nacionales bregados en que la prevención cale entre los jóvenes.
Ellos son la arista policial que tiene contacto con los chavales en colegios e institutos dentro del plan director para la convivencia y mejora en la seguridad en los centros educativos, una iniciativa que en sus más de 20 años va adaptando sus charlas en las aulas a los delitos.
“No se trata de atemorizarles sino de hacerles partícipes de los riesgos, es algo básico”, defienden estos agentes que tratan de hacerles entender que ellos mismos pueden prevenir ser víctima de un delito con una buena salud digital.
Por eso, animan a los centros y a los chicos a que acudan a las fuerzas de seguridad, a sus perfiles en redes sociales y a programas como el de Ciberexperto para conocer los problemas que se pueden encontrar en la red e incluso qué hacer si han sido víctimas.
Eliminar la culpa y animar a denunciar
Precisamente, la resistencia a denunciar es la gran barrera que impide afrontar estos delitos y que, en la mayoría de las ocasiones, alarga la espiral del chantaje.
“No ayuda que el entorno le diga a ese chica o chico que es culpable”, recomienda Ibáñez que insiste en que el acompañamiento de los padres en el aprendizaje de las nuevas tecnologías es fundamental para generar esa confianza con un adulto.
Porque, como él, el resto de agentes subrayan que hay que empatizar con el menor y hacerle ver que no es un hecho aislado, que él es la víctima y que se le va a ayudar porque los menores que sufren algún tipo de abuso esconden el delito por miedo a represalias.
Por eso, los policías aconsejan que no se eliminen las fotos o mensajes que han enviado, que acudan de inmediato a un adulto y, sobre todo, que denuncien. Eliminar el estigma de la vergüenza y la culpa es también parte fundamental de la prevención para atajar unos ciberdelitos que preocupan a las fuerzas de seguridad y que están al alza de forma silenciosa.