Desde su elección en 2013 como el Papa número 266 de la Iglesia Católica, el primero latinoamericano de la historia, Francisco ha impulsado reformas, cambios y gestos transformadores en muchos ámbitos, algunos de ellos ya imborrables como el pedido universal de «Tierra, Techo y Trabajo» y el recuerdo a la humanidad de que «Nadie se salva solo».
Muchas de estas iniciativas derivan de su primer escrito como Papa, la exhortación Evangelii gaudium (La alegría del Evangelio, 2013), un texto programático en el que, entre otras definiciones, plantea los cuatro principios rectores de su pensamiento y que luego ha ido aplicando en su pontificado: 1. La realidad es más importante que la idea; 2. El tiempo es superior al espacio; 3. El todo es superior a la parte; 4. La unidad prevalece sobre el conflicto.
- La realidad es más importante que la idea: los pasos concretos con los movimientos populares
Además de sus discursos al mundo del trabajo y la economía, una de las revoluciones del pontificado de Francisco es su acercamiento al colectivo de los movimientos populares del mundo, que inició en 2014 con un encuentro en el Vaticano y repitió luego en Bolivia en 2015 y otra vez en Roma en 2016.
En esa trilogía, supo darle forma concreta a las ideas de los diversos grupos de «descartados», como él llama a los que se quedan fuera del sistema, y materializó el lema de las denominadas «tres T», Tierra, Techo y Trabajo, convertido desde entonces no solo en un emblema de reivindicaciones sino en un reclamo real que traduce las demandas de gran parte de la humanidad.
«Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista», les dijo durante el primer encuentro, el 28 de octubre de 2014. - El tiempo es superior al espacio: el acercamiento a China y las reformas en la Curia romana
Francisco se ha esforzado en poner en marcha procesos de reformas y cambios que no madurarán en su pontificado pero que, confía, terminarán teniendo una dinámica irreversible cuando abandone el sillón de sucesor de Pedro.
Es en ese marco que se engloba el acuerdo firmado con China en 2018 para la designación conjunta de obispos, que significó el primer paso de acercamiento bilateral en más de 50 años, una decisión que marca la apertura de Roma hacia Oriente más allá de los 10 millones de católicos estimados en el país asiático y que pone de relieve el rol geopolítico de la Santa Sede bajo la guía de Bergoglio.
A inicios de año, el Papa destacó el acuerdo firmado entre las dos diplomacias más longevas del planeta, pese incluso a las presiones recibidas de parte de otras potencias, y afirmó que «la Santa Sede espera que el camino emprendido continúe, en un espíritu de respeto y de confianza recíproca, contribuyendo aún más a la resolución de cuestiones de interés común».
Con el mismo objetivo, la Curia romana impulsó una serie de cambios enmarcados en la redacción de una nueva Constitución que plasmará la mirada franciscana de la Iglesia, se titulará «Prediquen el Evangelio» y se espera esté terminada en 2021, tras siete años de trabajo del Papa con su consejo de cardenales asesores.
La nueva Carta Magna, que reemplazará a una sancionada por Juan Pablo II en 1988, le dará «rango constitucional» a muchos de los avances de Francisco en temas como la lucha contra la pederastía en la Iglesia y la búsqueda de transparencia en las finanzas vaticanas. - El todo es superior a la parte: la mirada integral sobre ambiente y migración
A mediados de 2015, Francisco sorprendió al mundo con la publicación de su encíclica ‘Laudato si’, un escrito que, como él definió, no se trata solo de un documento ambiental sino que ofrece una amplia perspectiva social.
La encíclica dio origen a centenares de movimientos y fundaciones en Argentina y el mundo, al tiempo que jugó un rol determinante en la firma ese mismo año del denominado Acuerdo de París.
Además, introdujo por primera vez una perspectiva integral, en la que «el todo es superior a la parte», para analizar el complejo entramado de causas y consecuencias derivadas del cambio climático y los procesos de concentración de la riqueza a nivel mundial, productos de una «economía que mata», como el Papa la describió.
Bajo este principio de Francisco se engloba también otro de los ejes distintivos de su pontificado, la manera en que le «preocupa la triste situación de tantos emigrantes y refugiados que huyen de las guerras, de las persecuciones, de los desastres naturales y de la pobreza», como planteó en un discurso en 2017.
El Papa se refiere siempre a los migrantes y refugiados como víctimas «en líneas generales» de un sistema en el que «cada vez hay menos ricos con mucha plata y cada vez hay más pobres con muy poca plata», según explicó en 2019.
Y también suele destacar, como hizo en 2016, que las migraciones derivan de las guerras y los «desastres naturales que podrían ser evitados o por lo menos limitados, ya que a menudo sus efectos son debidos a la falta de cuidado del medio ambiente por parte del hombre». - La unidad prevalece sobre el conflicto: Los acercamientos al mundo islámico y el recuerdo de que «Nadie se salva solo»
Si bien el diálogo interreligioso es una de las herencias que Bergoglio llevó a Roma de su paso como arzobispo de Buenos Aires, le dio una impronta decisiva desde sus primeros días como Papa. En ese ámbito, el pontífice impulsa una unidad entre las religiones para hacer frente a los desafíos de la humanidad, especialmente tras la pandemia de coronavirus.
Su reciente visita a Irak fue su undécimo viaje a un país con mayoría musulmana y, además, su encíclica de 2020, Fratelli tutti (Hermanos todos), fue un llamado a la fraternidad mundial más allá de las religiones, en la que incluyó una oración «para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes, de esperanzas compartidas».
En ese marco y bajo este principio rector, se lee también otro de los grandes hitos de su pontificado: el histórico rezo en soledad en la Plaza San Pedro hace casi un año, el 27 de marzo de 2020, cuando le dijo a la humanidad que «nadie se salva solo» frente a una pandemia con la que, afirmó, todos «nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados».