El futuro de la medicina cardiovascular pasará por la aplicación de nanotecnología a la creación de nuevos materiales y tejidos, afirmó hoy el inventor del stent, el argentino Julio Palmaz, y consideró que el avance en este campo solo puede darse con el acompañamiento del Estado.
Desarrollador de una tecnología que ha salvado millones de vidas en todo el mundo desde mediados de la década de los ’80, Palmaz afirmó que existe un «estancamiento» en innovaciones médicas desde hace «al menos 10 años», y cifró sus esperanzas en que esa tendencia se revertirá con avance de la nanotecnología, con la que se diseña y manipula materia a nivel de átomos o moléculas.
«Hoy la nanotecnología funciona muy bien en terapias de cáncer, para llevar con exactitud las drogas a lugares dónde es difícil llegar, o poder poner electrodos en el cerebro y estimularlo. Pero no hay esfuerzos en materia cardiovascular, en buena medida porque los materiales que se usan en nanotecnología y en cardiología no eran compatibles», señaló durante una conferencia brindada en la sede del Ministerio de Ciencia y Técnica, en la Ciudad de Buenos Aires.
Sin embargo, esas limitaciones se verían superadas por la utilización de nanoesferas de carbono que, gracias a su estructura similar a una microscópica pelota de fútbol, podrían asociarse de tal manera que sirvan para construir estructuras que «al principio serían como legos» y que luego serían ensamblables en estructuras mayores.
Para llegar de esas construcciones simples a otras más complejas que soporten células cardíacas o tejidos sintéticos -que no sean rechazados por el organismo-, «se va a necesitar de supercomputadoras», afirmó el especialista.
En este sentido, el reconocido científico ve un futuro no lejano en el que «el médico será casi un ingeniero, haciendo medicina sin bisturí ni catéter».
El Stent Palmaz-Schatz (o stent expandible) fue un gran avance para reducir la invasividad médica en el cuerpo humano, dado que permitió la reapertura de arterias coronarias esclerosadas (tapadas) sin la necesidad de una operación a corazón abierto.
Sin embargo, posteriores desarrollos ajenos a Palmaz, como el stent bioreabsorbible o el stent de oro, fueron fracasos que se pueden entender en la estrategia de la industria médica de «sólo apuntar al corto plazo, con desarrollos incrementales y no disruptivos», analizó.
«Los capitales no ponen plata si el proyecto no se consolida en tres años, están ocupados en recuperar la inversión que hicieron en 1980. Y el que se perjudica es el paciente y los doctores que, por cierto, no demandan mejorías», graficó Palmaz.
Por eso, al considerar que «lo único que les interesa a las empresas es el dinero», Palmaz le asignó un rol fundamental al Estado en el desarrollo de la medicina dado que «tiene más para dar que la parte privada, porque tiene la posibilidad del largo plazo».
«Cuando uno mira de dónde viene la nanotecnología, la respuesta es de lugares extraños como África o el sudeste asiático. No estamos hablando inversiones hiper millonarias, pero se necesita metas claras y enfocarse en ellas», recomendó.
Además, se mostró crítico de lo que caracterizó como el rol nocivo de algunas regulaciones a la innovación: «Parece que hay una competencia para ver quién es más áspero. En Europa son más restrictivos que la FDA», dijo en referencia la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense.
Si bien la conferencia contó con preguntas de médicos y especialistas, el encuentro concluyó con la intervención de un asistente que pidió la palabra para agradecerle a Palmaz por haberle salvado la vida con su invento, «no una, sino dos veces».