La ciudad bonaerense de Berisso se conoce como el «kilómetro cero del peronismo» desde el 17 de octubre de 1945, cuando más de 15 mil trabajadores partieron a pie, en camiones y colectivos desde las calles Nueva York y Marsella hacia la Plaza Mayo para exigir la liberación de Juan Domingo Perón, quien se encontraba detenido en la Isla Martín García.
El profesor de Filosofía y de Historia del Pensamiento Argentino de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), escritor y militante político Héctor «Chari» Ghidini recordó ante Télam que «la mayoría de la población de Berisso de la época vivía de la industria».
Durante los años 30 y 40, los frigoríficos ubicados en esa región del sur del conurbano tuvieron un crecimiento exponencial y, en aquella época, las empresas Armour y Swift empleaban en tres turnos a unos 18 mil obreros por día.
«Esos hombres y mujeres comenzaron a tomar conciencia y a lograr reparaciones históricas en el ámbito social y laboral. Cuando detuvieron a Perón, la noticia corrió de boca en boca entre los dirigentes sindicales y los mismos trabajadores, que prontamente iniciaron el reclamo por su libertad», rememoró.
Es que Perón, desde los cargos de vicepresidente de la Nación, secretario de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión del Gobierno de facto de Edelmiro Farrell, había elaborado una vasta legislación para otorgar derechos a las clases trabajadoras que hasta entonces les habían sido negados.
Entre otras medidas, creó los tribunales de trabajo; otorgó aumentos de salariales; elaboró estatutos que fijaron las condiciones laborales, leyes de protección, jubilaciones y vacaciones anuales pagas. Pero el 13 de octubre de 1945, en el marco de una creciente presión de sus opositores civiles y militares, fue obligado a renunciar a todos los cargos y fue arrestado.
Ghidini contó que a pesar de que la CGT convocó el 16 de octubre a una huelga general para el 18, «el 17, espontáneamente, surgieron en la ciudad protestas en los propios lugares de trabajo bajo la firme convicción de que no se podían perder los beneficios laborales que Perón había otorgado».
En ese momento, en la calle Nueva York de Berisso comenzaron a congregarse los trabajadores de los frigoríficos con sus delantales blancos. Luego se sumaron los portuarios, los estibadores, los empleados y empleadas de las hilanderías, los talleres y los comercios, así como los obreros de la destilería de YPF enfundados en sus mamelucos.
«Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón», indicó el historiador y apuntó que «la gente comenzó a movilizarse en las calles pidiendo por su liberación».
«Hubo sindicalistas muy jugados con esa causa nacional como el jefe del Partido Laborista, Cipriano Reyes, o la delegada del Swift, María Bernabitti de Roldán, ambos de Berisso», destacó Ghidini, y precisó que «iban recorriendo las fábricas incitando a los trabajadores a abandonar el trabajo para marchar coreando consignas en favor de Perón».
La politóloga y docente de la UBA Soledad Palomino puso de relieve ante esta agencia «el rol de la mujeres en el 17 de octubre» ya que miles de ellas «salieron a la calle pidiendo por la libertad de Perón».
Graficó que «muchas formaban parte de organizaciones sindicales, María Bernabitti de Roldán fue una de ellas», y apuntó que «como delegada y miembro de la comisión directiva del Sindicato de la Carne en Berisso, María formó parte de quienes organizaron la movilización que fue desde los frigoríficos de Berisso hasta la Plaza de San Martín en La Plata y desde allí hasta la Plaza de Mayo».
«Ella había hablado con obreros y obreras de los frigoríficos sobre la importancia de lograr la libertad de Juan Domingo Perón. Ella fue a buscarlos y buscarlas a las puertas de fábricas para marchar a Buenos Aires y, de esa forma, garantizar que quien había escuchado las luchas y las necesidades de los trabajadores y trabajadoras y las había convertido en realidades pudiera ser elegido como presidente del país», señaló.
En esa línea, la física y presidenta de la asociación sin fines de lucro Amigos de la Calle Nueva York, Alicia Zubiaga, narró a Télam que tanto sus abuelos eslovenos como sus padres, que trabajaban en el frigorífico Swift y vivían en conventillos, participaron de la movilización.
«Hasta la aparición de Perón y Evita ocurrían barbaridades: había mucha explotación y los humildes no contaban con derechos, eran maltratados y humillados. Trabajaban en condiciones inhumanas en las cámaras frías y en las chancherías», subrayó.
Manifestó que Perón y Eva «fueron la salvación para quienes no contaban con derechos. Éramos los de abajo y ellos empezaron a tratarnos como personas, como iguales, no como basura», dijo y enfatizó que en su casa «todos eran peronistas y eran capaces de cualquier cosa por él».
«El 17 de octubre, toda esa gente trabajadora empezó a congregarse en la entrada del Swift, que es en la plazoleta donde ahora está emplazado el monolito que dice ‘Km 0 del peronismo’, temiendo que mataran a su líder'», afirmó Alicia.
También fue protagonista de aquella jornada histórica Juan Constantino Clidas, descendiente de inmigrantes griegos, trabajador de la carne de Berisso y entusiasta miembro de la murga «Los Martilleros», a quien se atribuye el haber sido el primero en tocar el bombo peronista.
«Mi papá tenía 20 años y era despostador. Hasta la llegada de Perón, era muy difícil su trabajo: cargaban las medias reses al hombro, sufrían el frío y eran maltratados por los jefes ingleses. Si por error cortaban un pedacito del cuero, sus patrones se lo descontaban del sueldo y, si se quejaban por ello, los echaban», contó a Télam su hijo Juan Carlos.
Así fue cómo al enterarse de que Perón estaba preso, Clidas, sus compañeros de comparsa y otros trabajadores del frigorífico Swift comenzaron a convocar desde las calles Trieste y Génova a la gente a agruparse para marchar hacia la capital provincial.
«Para ellos Perón era intocable. Se fueron en camiones, en tranvía, en carros y a pie hasta La Plata», rememoró.
La columna berissense, ya unificada con la proveniente de Ensenada, avanzó hasta La Plata e hizo una primera escala en la zona de Plaza San Martín, frente a la Legislatura y la Casa de Gobierno.
Al cabo de unas horas, el lugar se colmó de gente nucleada en el grito de «Sin galera y sin bastón, los muchachos de Perón».
Hubo varios discursos en los que se arengó a los presentes a movilizar a la ciudad de Buenos Aires para defender a Perón.
En el camino, se fueron plegando columnas de otras regiones industriales del Gran Buenos Aires y de distintos barrios porteños.
Ante el multitudinario reclamo popular, los militares liberaron a Perón, quien brindó un discurso desde el balcón de la Casa Rosada y, un año después, fue elegido presidente de la Nación.
El profesor Ghidini reflexionó que «resultó una manifestación absolutamente pacífica. Fue un antes y un después. Se presentó el peronismo como reivindicación social y laboral, desde una representación auténticamente nacional».
«Los hombres del trabajo sintieron que había una conciencia histórica insoslayable y pasaron de ser masa laboral a constituirse en verdaderos sujetos sociohistóricos, con reivindicaciones, reparaciones y orgullosos de lo que eran. Esa fue la revolución peronista», finalizó.
Aquel 17 de octubre se produjo la jornada político-social más significativa del siglo XX en la Argentina, que transformó la historia del país y convirtió a Berisso en un símbolo ineludible de lo que hoy se conoce como el Día de la Lealtad.