Télam cumple 78 años. En sus casi ocho décadas de existencia registró en tiempo real los avatares de la historia argentina, regional y del mundo con la urgencia narrativa que impone su servicio informativo, respaldado por la calidad y responsabilidad periodística de las y los profesionales que integran el equipo de la agencia en sus diferentes áreas.
Nació el 14 de abril de 1945 por iniciativa del entonces secretario de Trabajo y Previsión Social de la Nación, Juan Domingo Perón, en la postrimería de la Segunda Guerra que, con horror manifiesto, había desgarrado a la humanidad y reconfigurado la geopolítica planetaria.
El objetivo fundacional de la agencia aún se mantiene intacto: el fortalecimiento de la soberanía informativa desde la identidad nacional que pone por sobre todo el acceso y la circulación de la información en manos del conjunto de la sociedad como un derecho humano irrenunciable en contraposición a los fines comerciales de un sistema de medios tradicional que se fue concentrando a lo largo de este tiempo y que, en la actualidad, exhibe más que nunca cómo los intereses extra periodísticos definen sus agendas.
Una agencia de noticias del Estado no prioriza la venta de su insumo básico, la información, sino la necesidad colectiva de su acceso al mayor número de ciudadanos, base de la democratización informativa.
Quizá radique en esta premisa el motivo de por qué Télam sufrió desde su creación siete intentos de ser cerrada, vaciada o privatizada durante gobiernos dictatoriales o de corte neoliberal. El último, durante la presidencia de Mauricio Macri, cuando se despidieron a 357 trabajadores, se vació de contenidos y producción a su servicio y se destruyó parte de sus bienes materiales y edilicios con graves consecuencias que llevaron mucho esfuerzo, inversión y compromiso reestablecer desde diciembre de 2019, con la misión de mantener su objetivo prioritario del interés público y social en pos de un beneficio colectivo.
Cuando en el mundo ya fue superado el falso debate sobre la importancia del rol de los medios públicos, en la Argentina se vuelve a cuestionar su razón de ser, incluso con la amenaza de hacerlos desaparecer -con especial énfasis contra Télam- ante un eventual regreso de políticas que se presentan como novedosas, pero de las que hay plena conciencia en la sociedad sobre el impacto negativo que tuvieron en la historia del país, y en particular, contra su pueblo.
Por eso es válido destacar que, si bien el mundo se reconfiguró profundamente en estas casi ocho décadas, hay cuestiones de fondo que permiten observar cómo la matriz de inequidades e injusticias se consolidó en detrimento de los sectores más vulnerables, en un planeta que en el presente vive -una vez más- bajo la incertidumbre que genera otra guerra de gran magnitud; cuando aún la comunidad internacional no había terminado de desprenderse de las dolencias sociales de la pandemia de Covid-19.
En ese marco, Télam cumple un rol fundamental en el ecosistema de medios, como quedó demostrado durante los últimos años.
Hay aspectos técnicos a subrayar.
La confiablidad de una agencia noticiosa estatal está garantizada por protocolos específicos que implican el chequeo de fuentes mediante distintos canales, la experiencia y trayectoria de sus cronistas con nombre y apellido, la posibilidad de alianzas y convenios horizontales con agencias colegas que enriquezcan o rectifiquen el material circulante, entre otros factores. La trazabilidad o certificación de origen de la información en ese circuito resulta medular porque admite que se confronte en base a estándares compartidos.
Gracias a su red de corresponsalías nacionales y extranjeras, Télam desempeña un papel clave en el registro de la historia reciente y urgente. Aun en los años más oscuros (y a pesar) de la última dictadura cívico militar -que desapareció a tres de sus trabajadores, Alejandro Almeida, Célica Élida Gómez Rosano y Héctor Jesús Ferreiros- en la agencia se acopió material que permitió reconstruir -a partir de la recuperación digital de archivos fotográficos y testimoniales en estos años recientes- aspectos neurálgicos de la historia. Genocidio y desaparición de personas y la guerra de Malvinas. También sobre la recuperación democrática, el Juicio a las Juntas militares, la crisis de 2001, la sanción de leyes de matrimonio igualitario e I.V.E, entre tantos. Y otros muchos acontecimientos relevantes fueron documentados por la primera agencia nacional de noticias en Latinoamérica.
Más allá de la redacción central, la agencia cuenta con más de 50 cronistas distribuidos en 27 corresponsalías en todo el país, a la que se sumó la reciente corresponsalía itinerante en la Antártida, -además de cuatro en el exterior: Chile, Brasil, Londres y Vaticano- con una producción diaria de las distintas áreas destinados a unos 800 abonados. A esto, el área Télam Digital, suma un servicio de contenidos de acceso libre desde su sitio web y redes sociales.
Los desafíos de los últimos años no estuvieron sólo centrados en la reconstrucción de Télam, sino, principalmente, en la perspectiva hacia el futuro de una agencia dinámica, responsable, con un desarrollo digital que ahonde y explore desde la innovación y la diversidad en nuevos formatos, debates y audiencias, que mantenga los estándares de calidad y producción federal a la altura de las principales agencias de noticias del mundo.
Por eso se señalan como falsos los debates que se buscan imponer sobre la importancia o no de los medios públicos y, en especial, sobre esta agencia. Una ofensiva que pretende correr el eje de la discusión, porque de lo que se trata, en verdad, con esos planteos es no profundizar sobre la cuestión de fondo que es la práctica profesional, sus límites, su ética y el compromiso en el ejercicio del periodismo y de los medios en general, por caso, en una era donde los discursos de odio se traducen en acciones de violencia concretas, -como por ejemplo el intento de magnicidio de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, hace tan sólo poco más de seis meses-. Lo que se pretende desplazar del debate público, entonces, es la importancia de la rigurosidad, la calidad y veracidad al momento de informar con responsabilidad siempre, y más aún en tiempos de fake news, posverdad y lawfare.
La herramienta más poderosa para neutralizar la proliferación de discursos de odio y noticias apócrifas es la información veraz. Fidedigna, verificada. Allí radica también la trascendencia de Télam, su objetivo histórico y actual al cumplir 78 años. Y, sobre todo, la solidez de su futuro.