Dos investigadores del CONICET identificaron restos fósiles de osos y lobos hallados por buzos profesionales en México que se extinguieron hace 10 mil años, lo que demuestra que en algún momento la fauna de Sudamérica se trasladó al norte.
Hace unos 3 millones de años, América del Norte y del Sur entraron en contacto cuando se elevó el istmo de Panamá durante un fenómeno conocido como Gran Intercambio Biótico Americano (GIBA).
En ese marco, arribaron desde Norteamérica a esta región los precursores de los todos los mamíferos carnívoros: perros, gatos, osos, hurones y zorrinos, entre otros.
Por entonces, los grandes osos Arctotherium y los grandes lobos Protocyon se desarrollaron y asentaron en Sudamérica por dos millones de años y luego se extinguieron.
A fines de 2018, un grupo de buzos que estaba explorando cavernas en Hoyo Negro, Yucatán, encontró restos fósiles de cráneos, mandíbulas y dientes de varios ejemplares de este tipo de osos y lobos.
El investigador del Conicet, Leopoldo Soibelzon, explicó que tras estudiarlos «nos dimos cuenta de que si bien siempre creímos que estas especies una vez establecidas en el sur ya no habían vuelto a trasladarse nunca más, sí lo hicieron».
«Se trata de restos fósiles datados en entre 12 y 38 mil años de antigüedad», manifestó y precisó que el hallazgo se publicó el viernes en la revista científica Biology Letters.
«La novedad es que estas dos especies volvieron a cruzar el istmo de Panamá hacia el norte. O sea, que no se habían conformado con estar en América del Sur sino que cuando las condiciones climáticas y ambientales se lo permitieron -al desarrollarse grandes pastizales y sabanas- migraron hacia el norte», dijo el especialista.
Sostuvo el investigador que «el primer indicio de que estos ejemplares cruzaron el continente previo a extinguirse en América del Sur son estos fósiles».
Las especies de osos Arctotherium llegaron a pesar una tonelada y a medir 4 metros y medio estando erguidos, mientras que los perros o lobos pertenecientes al género Protocyon rondaban los 25 kilos.
«Los materiales se preservaron de manera increíble porque estaban en una caverna submarina muy intrincada que resultó favorable para la conservación porque no hubo animales carroñeros cerca ni movimientos de agua que pudieran erosionarlos o moverlos», apuntó Soibelzon.
El profesional aseguró que la identificación fue sencilla «gracias a que estaban muy completos».
Los restos encontrados muestran que futuras investigaciones en esas regiones de México probablemente cambien lo que hasta hoy se conoce sobre la historia biogeográfica de los mamíferos fósiles.
«Esto abre las puertas a investigaciones futuras porque da cuenta de que no conocemos todo lo que fue el intercambio Latinoamericano. Habrá que buscar nuevas formas en esa zona y preguntarnos hasta dónde estos animales que pensábamos que se habían asentado acá no volvieron a América Central», finalizó.