Santa Clara es un pequeño pueblo del árido oeste riojano, con un microclima especial que genera buenos cultivos frutales y sombra fresca en sus veredas arboladas, pero su mayor atractivo turístico es una casa de adobe de 106 años, donde un vecino mantiene la tradición del tejido artesanal.
Se trata de Nicolás Fajardo, el último de los hilanderos de una familia tradicional, quien continúa con la producción de ponchos y otras prendas confeccionadas en telares manuales de madera, a las que tiñe con productos naturales, tanto vegetales como minerales.
Su persistente labor y las escasas ventas le han generado un variado y colorido stock de ponchos, mantas, colchas, caminos y otros productos, que convirtieron su vivienda y taller en un virtual museo y sala de exposición, que es un atractivo para quienes visitan Santa Clara.
Sobre la Ruta Nacional 40, que en su kilómetro 3.730 atraviesa el pueblo y es su casi única calle, está la pequeña puerta de entrada, bajo un cartel de madera sobre los bloques de adobe con la leyenda «Casona de Fajardo».
Adentro se puede encontrar desde pequeños centros de mesa, caminos, bufandas y bolsos, que «es lo que más se vende» -asegura él- hasta prendas de mayor valor, como colchas y un poncho de vicuña valuado en 90 mil pesos, que supone quedará como patrimonio familiar.
Sobre esta prenda, explicó a Télam que el pelo de vicuña, como el de conejo, no tiene cámara de aire adentro, y si está bien tramado se logran ponchos absolutamente impermeables, por eso salen tan caros».
Además de relatar a los visitantes la historia familiar vinculada al tejido artesanal y explicar las técnicas, Fajardo brinda una muestra en vivo de tejido en uno de sus telares armado con troncos y maderas.
En un rincón de la galería hay un «Telar criollo con pedal», como indica un cartel destinado al turismo, donde muestra cómo se arma un tejido, con ovillos de lana, hilos extendidos y tensos que regula y combina mediante el uso de ramas y cortes de madera, además de los pedales.
«Tejer un poncho puede llevar unos ocho meses, a un promedio de tres horas por día, y como se trabaja parado, llegado un momento empieza a doler la cintura», explicó este hombre de 57 años, que además es profesor de artes plásticas en la escuela de Santa Clara.
En su familia, contó, «los varones tejían los ponchos, que eran las prendas más pesadas y las mujeres hacían mantas, mantillas y prendas más chicas».
También aclaró que «no eran hilanderos, que es otro oficio también tradicional; ellos no hilaban salvo una de mis tías, todos se dedicaban a tejer».
La casona, construida en 1912, fue la escuela del pueblo y la vivienda donde Fajardo creció junto a su madre, una tía y un tío, que desarrollaban el oficio del tejido con telar y cuyas prendas fueron famosas en la región y aun en Chile, ya que «eran muy exigentes y siempre apuntaban a la máxima calidad».
Ahora, como el último sobreviviente de una especie en extinción, comentó que su intención es transmitir el oficio a nuevas generaciones, para que la técnica ancestral no se pierda cuando él deje de crear.
«Los jóvenes de la familia se dedican a otras actividades, por ejemplo mi hijo, José, estudia turismo, y me parece muy bien, pero espero que aparezcan otros jóvenes que se interesen en ser tejedores y yo les pueda enseñar», expresó.
Además de la técnica de tejido, Fajardo enseña los métodos de teñido con productos vegetales y minerales, y cómo tornar indelebles los colores.
«El amarillo -explicó- se hace con fique (un arbusto); el rojo, con raíz de retortuño u óxido de hierro; el marrón, con cáscara de algarrobo; el verde, con varias hierbas; la ceniza de jume, para oscurecer los colores, y la sal sirve de mordiente».
Junto al salón-taller-exposición, la casona tiene otro espacio similar, donde Fajardo conserva sus obras pictóricas y pequeñas esculturas, que incrementa frecuentemente, y se convirtió en una virtual galería de arte personal, que también atrae a los visitantes.
Santa Clara es un virtual apéndice de la localidad de Guandacol, en el centro oeste de La Rioja sobre la frontera con San Juan pero dentro del Departamento Coronel Felipe Varela y unos 70 kilómetros al sur de la ciudad cabecera, Villa Unión.
Por allí pasan numerosos turistas que se trasladan por la Ruta 40 y muchos visitan la Casona de Fajardo, aunque los pocos que compran algo se llevan las piezas más pequeñas y baratas, como recuerdo del lugar.
No obstante, este apasionado tejedor disfruta mostrando sus obras, enseñando técnicas y difundiendo este oficio que se convirtió en arte en la época actual de prendas producidas de manera industrial y en serie.