La migración del campo a la ciudad está aumentando los índices de pobreza, hambre y malnutrición en los núcleos urbanos, donde los más pobres dependen muchas veces de los mercados informales para alimentarse, según un estudio presentado días atrá en Roma.
El último informe anual del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, por sus siglas en inglés) señala que el porcentaje de niños malnutridos ha crecido del 23 % al 31 % en los últimos años en las ciudades y que en muchos países en desarrollo el hambre en esas zonas está alcanzando o incluso superando los niveles del campo.
El director general del IFPRI, Shenggen Fan, explicó en una conferencia que las personas pobres de las ciudades «son vulnerables a la subida de los precios de los alimentos, suelen comprar productos no saludables (como los procesados ricos en grasas y azúcares) y tienen un acceso limitado a los servicios básicos».
Además, se calcula que un 70 % de los hogares compra alimentos de los mercados informales en distintas ciudades de África, donde la falta de regulación, los cierres impuestos por las autoridades y otros sucesos violentos reducen el acceso a la alimentación de la población pobre.
Fan instó a fomentar las oportunidades que ofrece la urbanización y mejorar los vínculos entre las zonas urbanas y las rurales para acabar con el hambre y la malnutrición, evitando que se rompan las cadenas que conectan a los productores en el campo con los consumidores en las ciudades.
El estudio pone de ejemplo el caso de Nigeria, donde el 60 % del arroz que se compra en los centros urbanos se importa por la falta de calidad que presentan los productos locales debido a la poca inversión en infraestructuras y tecnologías para procesarlos, mantener su cadena de frío o transportarlos, entre otros factores.
El director general de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), José Graziano da Silva, afirmó que las zonas rurales deberían tener «los mismos servicios que las urbanas» y reivindicó la importancia de las ciudades pequeñas.
Se trata de lugares intermedios, a medio camino entre el campo y la gran ciudad, donde todavía se concentra hasta la mitad de la población en algunos países y que pueden servir para desarrollar el medio rural.
Además de generar empleos no agrícolas, esos núcleos pueden suministrar a los pequeños agricultores semillas y otros insumos, así como albergar mercados para sus productos y escuelas, hospitales y otros servicios básicos para el beneficio de sus familias, agregó Da Silva.
Una buena conexión entre el campo y la ciudad puede además reducir el precio de alimentos saludables como las verduras y la fruta, según el estudio, que puso algunos ejemplos de buenas prácticas.
Entre ellas, la inversión en infraestructuras y la diversificación de cultivos en la aldea de Nhat, en el delta del río Rojo en Vietnam, o el plan de Etiopía para desarrollar los pueblos pequeños como punto de entrada a los mercados locales.
También se destaca la cadena de valor del cacao en Ghana, que ha permitido aumentar los ingresos de los agricultores en las últimas dos décadas y acelerar el desarrollo de algunas zonas del país, pese a que el norte sigue más aislado.
Actualmente más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, un porcentaje que llegará a los dos tercios en 2050, según cálculos de la ONU.
El estudio del IFPRI también hace referencia a tendencias globales, como que en 2016 la tasa de pobreza extrema descendió al 10 % en el mundo y la del hambre al 11 %, mientras que 2017 seguirá marcado por la incertidumbre política en varios ámbitos, el estancamiento de la economía global y una serie de conflictos y hambrunas.