«Mil gotas», en homenaje a una novela de César Aira, es el nombre de la primera librería en China dedicada a libros hispanoamericanos que abrió sus puertas en Beijing, con los clásicos infaltables y con un catálogo que incluye a los nuevos nombres de la literatura en español, editados por sellos independientes y alternativos.
De la mano del editor, escritor y librero cordobés, Guillermo Bravo, que hace cuatro años que vive en la capital china, «Mil gotas» emerge desde hoy como un curioso reducto literario para el público pekinés en el cuarto piso de la sede central del Instituto Cervantes, donde sobresalen títulos de editoriales como Eterna Cadencia, Blatt & Ríos, Adriana Hidalgo, Belleza y Felicidad, Mansalva, Eloísa Cartonera y Gog & Magog.
De Fogwill a Jaime Bayly pasando por Roberto Bolaño, Sergio Bizzio, Mario Bellatin, José Donoso, Elena Poniatowska, Javier Marías, Quino, García Márquez, Aira, Andrés Caicedo, Antonio Di Benedetto, Pablo Neruda, Roberto Fontanarrosa, Arturo Pérez Reverte, Carlos Gamerro, Ricardo Piglia, Julia Navarro, Juan Carlos Onetti, y Copi, son algunos de los autores que conviven en este nuevo y prometedor espacio.
Allí también se acogen biografías como la flamante de Lionel Messi, escrita por Leonardo Faccio, y otra de Carlos Tevez, de Ian Macleay; ensayos, libros de cocina e infantiles, de fotografía y de artistas latinoamericanos como el ecuatoriano Guayasamín y la casa ofrece textos para aprender español y toda la obra de clásicos argentinos, como la de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, traducidas al chino.
«Es un catálogo con los clásicos y con el boom más los gustos que nos damos, con libros muy raros de tener en una librería china, traeremos cada vez más, además, a las editoriales les interesa mucho colaborar con este país, los atrae», dijo su creador.
Bravo, cordobés de 35 años, también es editor del sello La Guêpe y, en entre las obras que publicó en China, está el primer «Martín Fierro» traducido al mandarín, además, ahora está armando la edición de textos breves de autores de habla hispana que viven en el gigante asiático.
Si bien su editorial no es el único sello que mira a escritores hispanoamericanos -están Shangai99 e Imagist-, sí es el único dirigido por un argentino, dedicado a difundir autores, idioma y cultura en el Lejano Oriente.
Su librería, inaugurada el mismo el Día del Español, tiene más de mil libros y afiches originales de presentaciones y obras de Copi y su apertura es el paso «natural» que dio Bravo, luego de varios años de estudio y trabajo como editor en París y en China.
«Me pareció que había una necesidad de libros en español, abrimos una librería en Wechat –el sistema de chat, ventas y red social más popular de China- y nos sorprendió. No sé cómo se enteraba la gente. En China, la gente compra todo online, y de repente nos pedían libros de Dani Umpi en la ciudad de Guanzhou o poemas uruguayos en Shénzhen, al sur de Cantón. Vimos que se vendía», contó Bravo.
Luego vino un acuerdo con el Instituto Cervantes para el espacio físico y la idea se tornó tangible. «En todas las capitales y ciudades grandes hay librerías de este estilo, exclusivamente de autores hispanoamericanos, pero en China esta realidad parecía más lejana, sin embargo, así está cambiando este país, hay cambios consistentes y mejores, cada vez hay más lectores en español», agregó el librero, docente y licenciado en Letras.
En China, el idioma español tiene cada vez más interesados. En Beijing se enseña en 13 escuelas privadas y en seis universidades; este año, además, se registraron unos 12 000 alumnos en Filología Hispánica en setenta casas de altos estudios chinos. Y el Instituto Cervantes funciona como un faro de esta lengua con un amplio abanico de cursos.
También durante la última visita del presidente Mauricio Macri en mayo pasado, se firmó un acuerdo con la escuela pública Dayu School, que tomó como segunda denominación «Colegio de la Amistad Chino-Argentina» y que tendrá al español como segundo idioma.
Pero traer los libros en esta lengua no es una tarea simple. «En China es muy difícil importar libros, entonces tenemos un importador local que trae desde España, y desde Argentina los traemos nosotros y nos algunas mandan las editoriales argentinas, mexicanas y colombiana», dijo Bravo.
Pablo Katchadjian, Dani Umpi, Mariana Enríquez, Samanta Schewblin, Washington Cucurto y los mexicanos Valeria Luiselli y Alberto Chimal «son algunos autores nuevos para que sean descubiertos y que son muy raros de tener acá en Beijing», remarcó.
Estos nuevos exploradores son la joven guardia lectora. «Un grupo de chinos entre 20 y 30 años, de clase media y media alta, que estudiaron afuera y van a ciertas librerías, no es masivo, pero buscan lo llamativo y lo nuevo. Están muy atentos», dijo sobre su público que, por precios que varían entre los 20 y 200 yuanes (entre 45 y 450 pesos), podrán llevarse a sus casas material difícil de conseguir en estas latitudes.
Consultado por algún tipo de restricción, Bravo sostuvo: «Nunca hemos sentido la censura. Conozco un caso de un libro de cocina que tenía un mapa en el que Taiwán estaba de otro color y sí fue censurado», en relación a la política de estado de «una sola China» y que considera a Taipei como una provincia rebelde. Según el librero, el nombre de «Mil gotas» es un homenaje a Aira, a quien le pidió autorización: «Me dijo que era un honor», pero también este bautismo tiene un sentido que pendula entre lo geográfico, lo artístico y lo evocador.
«La historia de la novela es sobre el cuadro de La Gioconda y de cómo las mil gotas que forman esa pintura se van a volar. Un día, la gente llega al Louvre y el lienzo está en blanco, se fueron. Cada una de esas gotas tiene su historia y son viajeras. Una de ellas se va para China, casualmente, donde encuentra el amor y decide no regresar más», relató.
¿Por qué eligió China para vivir? «Me atrae que sea un enigma y me obliga a estar todo el tiempo tratando de entender. Son pequeñas cosas, pero la sensación de vivir en algo tan extranjero, me interesa».
Su librería es, ahora, un nuevo lugar en el que este joven editor se mueve como un pez en el agua: un espacio que de, a poco, se integra a esa inmensidad de lo indescifrable que puede llegar a ser China. Es una de las gotas que llegó para quedarse.
«La idea es que sea un vínculo entre China y América Latina», resumió Bravo, quien también ofrece libros infantiles, música argentina y prevé presentaciones, charlas y debates en el arbolado distrito pekinés de Chaoyang.