Casi a cuatrocientos metros de altura sobre la Costa Amalfitana, Ravello, en la Costa Amalfitana, es un gran palco natural que fascina a los viajeros desde siempre. Ya en la época medieval lo nombraba el humanista italiano Giovanni Bocaccio en los relatos de “El Decamerón”.

En 1880 el músico Richard Wagner terminó en Ravello su ópera “Parsifal”. Escritores y artistas ingleses la visitaron en distintas épocas, desde el pintor romántico Turner al escritor David Herbert Lawrence, que aquí se inspiró para su famosa novela “El amante de Lady Chatterley”.

Otro escritor, el estadounidense Gore Vidal, vivió en Ravello muchos años. Y decía: “el clima estupendo, los colores, el verde intenso, el azul transparente, el gris de las rocas de mármol travertino, todo ejerce una mágica influencia”.

Ubicado a pocos kilómetros de Sorrento y Positano, frente a la bahía de Salerno y con el mar azul en el horizonte, entre senderos bordeados de limoneros, olivares, viñedos y palacios antiquísimos, Ravello es un imán para todos aquellos que no extrañan las multitudes ni los días de playa.

Las cualidades cinematográficas del lugar encantaron a Pier Paolo Pasolini y John Huston, que aquí filmaron algunas de sus películas. En fin, la lista de celebridades que amaron Ravello es larga. Habría que agregar a Humphrey Bogart, Jacqueline Kennedy, los pintores Joan Miró y Maurits Escher. En el año 2010 se inauguró un centro cultural, el Auditorium Oscar Niemeyer, diseñado por el gran arquitecto brasileño.

Los estudiosos cuentan que Ravello, colonizada por griegos y romanos, fue anexada en la época medieval por la vecina República de Amalfi. Hacia el siglo XII algunos ricos mercaderes que comerciaban con el imperio bizantino y los árabes construyeron los palacios e iglesias que hoy vemos. Poco después, los normandos se adueñaron del sur de Italia: Amalfi declinó y lo mismo pasó con Ravello, que sería redescubierta por los viajeros románticos del siglo XIX.

En uno de los relatos de “El Decamerón” de Bocaccio aparece un millonario, Landolfo Rufolo, aristócrata de nacimiento y pirata por elección. Su nombre evoca a la familia que hizo construir la famosa Villa Rufolo. Situada frente a la céntrica Piazza del Vescovado, sus torres fortificadas hablan del pasado medieval (www.villarufolo.it).

En 1851 un botánico y aristócrata escocés, Francis Neville Reid, se enamoró del lugar e hizo los jardines que con el tiempo, enamoraron también a Richard Wagner. “Encontré el jardín encantado de Klingsor”, anotó Wagner en 1880 cuando visitó Villa Rufolo. Desde el año 1952 aquí se hace un festival de música donde se han presentado, entre otros, desde Martha Argerich hasta el grupo de jazz de Wayne Shorter.

Se dice que aquel romántico escocés alentó a un viñatero local, Pantaleone Caruso -primo de Enrico, el cantante lírico- para hacer un hotel en el viejo palacio de otra vieja familia de Ravello, los D´Afflito. Ya en 1903 venían viajeros estadounidenses y en 2001 el lugar quedó en manos de una cadena de hoteles de lujo. Lo mismo pasó en 1997 con el Palazzo Avino. Y aún antes, también con el Palazzo Confalone. Una caminata por Via Giovanni del Toro permite apreciar la belleza de estos y muchos otros palacios.

Greta Garbo amaba la vista que hay en Villa Cimbrone desde la “terraza del infinito” que tantos viajeros disfrutaron. Y disfrutan aún hoy, cuando el lugar es un hotel de lujo. Todo empezó con un lord inglés, William Beckett, gran viajero y coleccionista de antigüedades. En 1904 Beckett construyó una “villa” que recrea la arquitectura del estilo gótico, veneciano y árabe, además del claustro de San Francesco, una iglesia local que según la leyenda fue creada por San Francisco de Asís. Entre los muchos ingleses que se alojaron aquí, sobresalen el político Winston Churchill y el economista John Maynard Keynes. “La Rondinaia”, que es la mansión donde vivió el escritor Gore Vidal, está a pocos metros.

Ravello es una invitación a caminar y disfrutar del paisaje. Un buen punto de partida es la iglesia Santa Maria a Gradillo, de influencias bizantina y morisca. Enseguida se llega a la Piazza del Vescovado, lugar de encuentro en la ciudad. Allí se destaca el Duomo, una basílica del siglo XI dedicada a Santa Maria Assunta, con sus puertas de bronce que cuentan en bajorrelieves la historia humana y de la iglesia, además de una espléndida decoración en mosaicos. Torello, que fue el núcleo original de la ciudad, está cerca y tiene otra hermosa iglesia para ver, San Michele Arcangelo.

Otra caminata inolvidable va de Villa Rufolo a Villa Cimbrone, pasando por la iglesia de San Francesco y Santa Chiara. En el final, esperan los templos de Baco y Ceres -entre otras rarezas que identifican a Villa Cimbrone- además de la terrazza dell´infinito”. El mar está allí, con un horizonte azul que permanecerá siempre en la memoria.