¨Playas de arenas blancas y aguas turquesas, hoteles confortables en las costas, pasado colonial, bailes rítmicos y un ron incomparable hacen que República Dominicana sea de los mejores destinos de playas del mundo.

El país caribeño, que ocupa más de la mitad de la isla La Española, es uno de los cinco destinos favoritos de los españoles que viajan a América. Según los datos del INE, casi 70.000 personas volaron desde la Península Ibérica rumbo a Santo Domingo y Punta Cana para conocer sus tesoros turísticos.

No hace falta precisar que casi todos los españoles que viajan lo hacen para conocer o redescubrir sus costas, donde es difícil describirlas sin caer en el tópico de ‘paraíso’. Es que no es sencillo buscar otras analogías para estas playas de arenas finas y aguas transparentes que esconden una sorprendente biodiversidad. Y no crean que son iguales, hay diferencias a tener en cuenta.

Por ejemplo, las del norte como Rincón (en Samaná), Grande (por el río San Juan), Cabarete, Cofresí o Sosúa (cerca de Puerto Plata), que miran al Atlántico, suelen tener vientos más fuertes; lo que las convierte en una meca de deportes como el windsurf o el kitesurf. Ojo al dato para los amantes del turismo de naturaleza: entre enero y marzo la región de Samaná recibe la periódica visita de las ballenas jorobadas, que se pueden avistar desde las embarcaciones que siguen su rastro por el océano.

En cambio, las playas del sur, bañadas por el Mar Caribe, son de aguas más cálidas y calmadas, por lo que son buscadas por los amantes del buceo y el snorkel. La Bahía de las Águilas en Pedernales, las de Bayahíbe y Dominicus cerca de La Romana o la de Boca Chica, a apenas 30 km de Santo Domingo, están entre las más destacadas. Aunque si se trata de elegir a la reina, pues no hay competencia: Saona es todo lo que uno espera para desconectar en medio de una naturaleza exuberante.

Pero no todo son playas en República Dominicana. El interior cuenta con varias sorpresas, que muchas veces están fuera del radar de los turistas. Una es el Parque Nacional de Los Haitises, en Samaná, fascinante territorio de manglares e islotes.

Otro es el Parque Nacional de Jaragua, en el suroeste, donde la Laguna de Oviedo es el hogar de miles de flamencos rosados y manatíes. Y para quien le guste desafiar sus límites, puede probar de ascender al Pico Duarte, de casi 3.100 metros, el punto más alto de la isla.

En República Dominicana la historia se escribe con mayúsculas. Además del legado que han dejado los pueblos nativos como los taínos, la historia moderna del país se remonta a cuando Bartolomé Colón, hermano del almirante Cristóbal, fundó Santo Domingo en 1496, lo que la convierte en la ciudad más antigua de América.

El rico pasado de su capital se descubre a cada paso. Declarada Patrimonio de la Humanidad, la ciudad colonial de Santo Domingo cuenta con gemas históricas como la Catedral Primada de América, el Alcázar de Colón o la Fortaleza Ozama, que es -cabe esperar- el más viejo del continente.

Pero no es lo único, porque conocer las historias de conquistas y fundaciones en La Vega o la Fortaleza de San Felipe en Puerto Plata también son invitaciones a viajar en el tiempo, cuando República Dominicana solo era un mundo por descubrir.