La ciudad brasileña de Curitiba, capital del estado de Paraná, al norte de Santa Catarina, conocida como la urbe más sustentable del continente y con atractivos paisajísticos, arquitectónicos y culturales que se pueden disfrutar a solo 100 kilómetros del litoral marítimo, recibirá a partir de julio vuelos diarios desde Buenos Aires operados por la empresa Aerolíneas Argentinas, informó el Ente Municipal de Turismo local.
«Los vuelos serán a partir del 5 de julio», confirmó Pablo Mosimann, vocero del Ente Autárquico Paraná Turismo, que destacó la importancia de esta nueva ruta entre la ciudad de Buenos Aires y Curitiba, donde el aporte de los inmigrantes dejó su sello no sólo en el estilo de sus edificaciones, sino también en la variada gastronomía.
También ponderó la decisión de la empresa la titular del Ente Municipal de Turismo de Curitiba, Tatiana Turra Korman, que señaló que en poco tiempo Aerolíneas Argentinas pasó de tener «tres vuelos semanales a los vuelos diarios a partir de julio, lo que demuestra el interés del turista argentino por nuestra ciudad».
Curitiba, ubicada a casi 1.000 metros de altura sobre el nivel del mar, es antes que nada una comunidad industrial con las principales fábricas de coches del país y un poderoso centro comercial, que ha sabido combinar esas facetas con una impronta ecológica reconocida en el mundo entero, con infinidad de plazas, parques y paseos y un sistema de servicio público que ha elevado la calidad de vida de sus habitantes.
Una de las joyas que alberga la ciudad es el Museo Oscar Niemeyer, un homenaje al gran arquitecto de la capital de Brasil, que sobresale con su impronta modernista en forma de un inmenso plato volador instalado en medio de la arquitectura de origen barroco portuguesa que caracteriza el casco histórico de la ciudad.
La titular del Ente de Turismo local aseguró que el Museo Niemeyer, inaugurado en 2003 con la presencia del destacado arquitecto -murió a los 105 años en 2012- está considerado «uno de los 20 más bonitos del mundo y el mayor de América Latina».
En su juventud, Niemeyer trabajó en la zona de Pampulha, en Belo Horizonte, después Brasilia y al final, en el museo de Curitiba, que pudo ver concretado en vida.
La funcionaria definió a la ciudad como «de inmigrantes» sobre todo europeos por lo que se observan «gran cantidad de memoriales» que «celebran la llegada de estos hombres a estas tierras».
Si bien la zona de Curitiba empezó a poblarse en 1630, no fue declarada ciudad hasta 1848, y en 1853, cuando se dividió el estado de San Pablo, surgió Paraná y la comuna que hoy tiene 1.800.000 habitantes fue declarada su capital.
Curitiba es una voz tupí, la rama brasileña de los guaraníes, cuyo significado es bosque de pinos o bien lugar de los piñones, en referencia a esos árboles pero las coníferas del continente, no los traídos de Europa.
Como en la Argentina, la zona comenzó a recibir cada vez más inmigrantes de Europa a fines del siglo XIX, entre los que se destacaron polacos, ucranianos, alemanes, españoles e italianos, quienes hoy tienen toda una calle en un barrio con restaurantes donde saborear las mejores pastas, sus salsas y sus quesos.
Curitiba cuenta con «28.000 camas en sus cerca de 150 hoteles, posadas y cabañas en todos los niveles» para los visitantes, detalló Turra Korman, quien subrayó que «la gastronomía es un diferencial de la ciudad».
«Tenemos ferias muy sofisticadas -aseguró- como la del barrio Santa Felicidad, donde los inmigrantes italianos cuentan con una calle llena de restaurantes donde ofrecen sus platos típicos».
Además, Curitiba cuenta con el privilegio de haber tenido la primer calle peatonal de todo el continente, la 15 de noviembre, «que celebra la fecha de la instauración de la República de Brasil, también conocida como la Avenida de Las Flores», precisó.
«El Casco Histórico -agregó- tiene plasmado el espíritu de la inmigración portuguesa, en la época colonial, y una particularidad es que acá hemos tenido los edificios de concreto antes que en la capital, Brasilia».
La Catedral de la ciudad, junto al Jardín Botánico, el Parque Tanguá, el de los Tropeiros, el Mirador Panorámico y la Ópera son el orgullo de la ciudad, sobre todo el reservorio de las plantas rodeado de un parque trazado con una exquisita geometría que culmina en la construcción de hierro y vidrio que lo corona.
Un gran evento gastronómico se celebra los meses de agosto y septiembre en el Pabellón Étnico, donde las distintas colectividades ofrecen sus comidas, sus trajes típicos y sus bailes folclóricos en los parques y paseos que les sobran.
Y otra curiosidad de esta ciudad cautivadora es que llegó a tener una milonga por día, de lunes a viernes, pero ahora los tangueros paranaenses sólo cuentan con uno por mes y una milonga al aire libre los domingos, en la Plaza Central, otro atractivo para que los argentinos y los vecinos de la ciudad puedan despuntar el vicio de animarse al 2 por 4.