1 / 10

SANTORINI

Las cúpulas azules de la iglesia destacan entre las casas de Oia. Este pueblo se asoma a la caldera que originó la isla de Santorini hace 3.500 años.

2 / 10

PUEBLO DE OIA

Las casas encaladas trepan por el borde del acantilado, conectadas por un encantador laberinto de calles empedradas y escaleras blancas.

3 / 10

CHORA

La capital de Mikonos es una red de calles estrechas, flanqueadas por muros encalados y ventanas y puertas pintadas de azul.

4 / 10

MIKONOS

Alefkandra, conocido como la Pequeña Venecia, es el barrio de los artistas de Chora.

5 / 10

DELICIAS DEL MAR

Las psarotavernas de palya sirven aperitivos o mezedes, pescado del día y vino fresco de las Cícladas.

6 / 10

NAXOS

La Portara, la puerta del inacabado templo de Apolo, se alza en las afueras de la capital de Naxos.

7 / 10

BAHÍA DE KATAPOLA

Larga y estrecha, la isla de Amorgos cuenta con una sola carretera y playas a las que solo se accede por mar. El puerto de Katapola se localiza en el sudoeste de la isla. En la imagen, la iglesia Agios Pantaleimon.

8 / 10

AMORGOS

El monasterio de Chozoviotissa, en la costa este, está excavado en la roca, a 300 m sobre el mar.

9 / 10

SANTORINI

Una erupción de hace 3.500 años le dio su forma de media luna y sus acantilados de vértigo. En la punta norte se erige la población de Oia.

10 / 10

ISLAS GRIEGAS

1. Mikonos. La capital destaca por el casco antiguo (Kastro) y el barrio apodado Pequeña Venecia. Sus mejores playas se sitúan en el sur.

2. Delos. Esta pequeña isla alberga las ruinas de una antigua ciudad griega.

3. Naxos. Es la mayor de las islas Cícladas. Aún conserva torres de la época de dominio veneciano. El valle de Melanes y el de Tragaia son ineludibles.

4. Paros. Famosa entre los surfistas, es una isla llena de alicientes.

5. Amorgos. El monasterio de Chozoviotisa es su gran atractivo cultural.

6. Santorini. Con forma de media luna, tiene dos ciudades indispensables: Fira y Oia, asomadas a la «caldera» desde el acantilado que bordea la isla.

BLAUSET

Dominando la escena central del Egeo, se distingue una constelación de islas a las que los griegos denominaron Cícladas por su disposición en círculo (kyklos). Hace cinco mil años, allí surgió la primera civilización occidental, denominada cicládica, casi dos mil años antes que la griega.

Recibe una bandolera de regalo con tu suscripción a Viajes National Geographic ¡Valorada en 40€!Consíguela

A seis horas del puerto de El Pireo y a tan solo 45 minutos de vuelo desde AtenasMikonos es un excelente inicio para un periplo que visite las seis joyas más preciadas de la veintena de islas habitadas que componen el archipiélago. Situada en el corazón de las Cícladas, Mikonos encarna la sencillez y el cosmopolitismo propio de una isla acostumbrada a la presencia de extranjeros en el curso de su historia. Su capital, Chora, es un laberinto de muros blancos en permanente contraste con el color de puertas y ventanas. El olor a buganvillas acompaña el paseo hasta llegar a las calles donde se concentran las tiendas de las mejores firmas y los cafés más sofisticados.

Si en cambio se guían los pasos hacia el barrio de Mikri Venetia, la Pequeña Venecia, se descubrirá un racimo de viviendas que asoman sus coloridos balcones al mar. Algunas alojan restaurantes –las populares tavernas– en la planta baja y permiten contemplar los molinos de viento mientras se degusta un bocado de kopanistí, un queso cremoso con pepinillo.

Los grandes atractivos de la isla son sin duda su amplio abanico de playas: al sur, de ambiente familiar como la de Psaroú, nudistas como Paradise y otras que despiertan a la fiesta justo al ponerse el sol; en la parte norte, la playa Kalafátis es ideal para practicar submarinismo y windsurf.

Después de cinco milenios, el barco sigue siendo el medio utilizado para desplazarse entre las islas. A 40 minutos en kaikia (barca-taxi) desde Mikonos se encuentra la pequeña isla de Delos, declarada Patrimonio de la Humanidad por albergar las ruinas del centro espiritual más importante de la antigua Grecia. Según la mitología, en Delos nacieron los dioses Artemis y Apolo, que acabarían identificándose con la luna y el sol.

Como si de una entrada al país del mito se tratara, la llegada a Naxos –a hora y media de Mykonos– queda enmarcada por la Portara, la puerta de mármol de un templo dedicado a Apolo que nunca se llegó a construir. Naxos es la mayor y más fértil de las Cícladas, y allí la arquitectura cicládica convive en seductora mezcolanza con kastros o castillos que evocan el antiguo dominio veneciano, y con blancas villas encaramadas sobre colinas. El folclore isleño se manifiesta en bailes como la danza circular syrto, que se realiza con trajes típicos, y también en los sabrosos quesos de oveja y de cabra, así como en los vinos y licores –como el popular kitron–, que rinden honor al vínculo de la isla con el dios del vino, Dionisio.

Tras una hora de navegación desde Naxos se vislumbra Parosde cuyas canteras salió el mármol con que se esculpió la famosa Venus de Milo. La pureza cristalina de su mármol solo encuentra rival en la claridad de sus playas. Acosadas hace siglos por los ataques del pirata Barbarroja, hoy son un plácido lugar para pasear a pie, a caballo, tomar baños de arcilla e incluso recorrerlas remando en kayak.

En el noroeste de la isla se encuentra Parikiá, la capital, de viviendas tradicionales y una agitada vida nocturna. Cerca del puerto se erige la iglesia bizantina de Panagia Ekatontapyliani, Nuestra Señora de las Cien Puertas, una de las cuales es secreta. Otro de los placeres que reserva esta isla es su costa oriental. Para conocerla conviene tomar el autobús que desde Parikiá llega al enclave montañoso de Léfkes, desde donde parte la llamada Carretera Bizantina –data de esa época– que traza un agradable recorrido de hora y media, entre olivos y aromáticas matas de romero y tomillo.

Bajo las estrellas del Egeo y atravesando las llamadas Cícladas Menores, el periplo nos conduce hasta Amorgos, en el borde sudeste del archipiélago, donde Luc Besson filmó El gran azul en 1988. La boca de entrada a Amorgos es el enclave portuario de Katapola –a cinco horas de Paros–, cuyas laberínticas callejuelas se pierden entre casas encaladas y desembocan en iglesias coronadas con la característica bóveda azul. El monumento más preciado de la isla se encuentra adosado a un acantilado, a 300 metros sobre el mar: el monasterio Panagia Chozoviotissa (siglo XI), erigido para alojar la imagen de la Virgen María. El balcón superior, en la octava planta, regala una vista extraordinaria del mar Egeo.

Una hora de ferry separa Amorgos del lugar en que mito e historia se funden: la isla volcánica de Thira, a la que los venecianos le dieron el nombre de Santorini por santa Irene. En realidad se trata de un grupo de islas que surgieron como resultado de la salvaje erupción que hacia el siglo XVI a.C. sacudió el Mediterráneo oriental y cortó la isla mayor en forma de media luna. Los ecos de la catástrofe presumiblemente motivaron la leyenda de la Atlántida, ciudad que siglos después el comandante Jacques Cousteau (1910-1997) buscó en el fondo de estas aguas. Lo único verificable es que, en el cuerno sur de la isla y bajo un lecho de cenizas, quedó la colonia que los cretenses habían instalado en el cénit de su civilización. El recinto arqueológico de Akrotiri, como una Pompeya de la Edad del Bronce, constituye una mirada a uno de los mayores enigmas de la Historia.

En el centro de Santorini se encuentra Firá, la capital, y en el cuerno norte, la localidad de Oia. Estas dos ciudades coronan la cornisa acantilada que se asoma al mar desde una altura de 300 metros. A Firá se pude subir en burro, en funicular o por un empinado camino de 580 escalones. Las terrazas de sus cafés y restaurantes son un balcón privilegiado para contemplar cómo el sol se hunde en el horizonte. Es entonces cuando las aguas rojizas del Egeo invitan a degustar los aromáticos vinos blancos de Santorini, a los que la tierra volcánica les concede su gusto tan particular. Tanto Firá como Oia se asoman a la caldera de 22 km2 surgida durante la erupción de hace 3.500 años. En el centro emergen los islotes de Nea Kameni y Palaia Kameni, apodados las «islas quemadas» por sus pozas de barro caliente y su cono volcánico.

El final perfecto al viaje por las Cícladas es sentarse en la arena de una de las dos playas más famosas de Santorini, la Roja o la Blanca. Ambas se hallan a pocos minutos de las ruinas de Akrotiri, pero su acceso más aconsejable es por mar. Allí, la sensación de haber viajado a otros tiempos y otros mundos es absolutamente real.

A TENER EN CUENTA

Documentación: dni o pasaporte.

Idioma: griego.

Moneda: euro.

Diferencia horaria: Una hora más respecto a España.

Cómo llegar: Hay vuelos diarios desde España hasta Atenas. La frecuencia aumenta en verano y también los vuelos chárter a Naxos y Mikonos, las dos islas con aeropuerto. Lo habitual para recorrer las islas es el barco. Hay varias líneas marítimas que unen las Cícladas con Atenas y entre ellas. El billete que permite enlazar varias islas en fechas distintas es muy práctico. Web transportes y alojamiento

Cómo moverse: En las islas más grandes, el coche de alquiler es una buena opción. En las pequeñas, la bicicleta y a pie. Hay barcas taxi y ferris que conectan con las islas más pequeñas y que acceden a poblaciones más aisladas.

Enclaves arqueológicos:

Delos. Esta isla alberga una antigua ciudad griega –ver Visita Guiada–. Se llega en barca-taxi desde Mikonos.

Akrotiri. Ruinas de una ciudad minoica, en la isla de Santorini; el recinto se cierra a las 15 h.

Amorgos. El Museo Arqueológico de la capital tiene una interesante colección. Ocupa una casa veneciana del siglo XVI en muy buen estado.