La estabilidad del mercado de cambios de los últimos dos meses comenzó a hacerse más palpable en los datos de inflación y esto abrió camino al paulatino descenso que muestran las tasas de interés, según el nuevo informe semanal elaborado por el Banco Ciudad.
A criterio de la entidad oficial, este cuadro de situación y la incidencia que esto puede tener sobre la evolución del crédito bancario, “debería contribuir a reforzar la recuperación que empiezan registrar algunos de los indicadores de actividad económica”.
La semana pasada el Banco Central decidió introducir algunas modificaciones a su política monetaria, con una reducción de los encajes bancarios y la fijación de piso más bajo para la tasa de las LELIQ del 58% en el mes de julio, con el objetivo de relajar en el margen las condiciones monetarias, sin poner en juego la estabilidad cambiaria.
La caída experimentanda por la tasa de política monetaria vino acompañada por un retroceso en las tasas de algunas líneas de préstamos y por una disminución en las de los depósitos a plazo fijo. Entre estas últimas, en particular, la tasa Badlar (para depósitos de más de un millón de pesos) pasó de un máximo de 53,7% en mayo a 47,5% a fines de junio.
En los últimos días también se conocieron datos positivos de la industria y la construcción correspondientes a mayo, que mostraron un nuevo avance de estos dos sectores esencialmente en la medición intermensual, reflejo de cómo la mayor estabilidad financiera y cambiaria empieza a derramar sobre la economía real.
A esto se sumó que la recaudación tributaria mantuvo en junio un ritmo de crecimiento superior al de las erogaciones del sector público nacional, profundizándose la consolidación de las cuentas públicas.
En el plano financiero, tras marcar un descenso de 5,4% en junio, la cotización del dólar se contrajo otro 1,4% en la primera semana de julio (cerró el viernes en $41,85 a nivel mayorista), en un contexto favorable para el peso.
Actualmente, se combinan -entre otros elementos- una mayor oferta de divisas del agro, un escenario internacional más benigno para los mercados emergentes, una decreciente incertidumbre política y elevados rendimientos en moneda local, en concurrencia con expectativas de devaluación que siguen contenidas.