Como si la blanquitud tuviera ese significado de opresión de las colonias, en todo el mundo se siguen reproduciendo prejuicios y discriminaciones a los que se les juzga como “diferentes”.

Uno de los aspectos más dramáticos de este racismo es que lo vemos en las aulas, es decir, en esos lugares tan especiales donde se está forjando el futuro del planeta. Bullying por motivos racistas, discriminaciones por el color de piel, el lugar de nacimiento, las convicciones religiosas o las diferencias culturales, y no sólo por parte de los alumnos, sino también por la de los profesores. Buscando el lado positivo, si es que lo hay, afortunadamente cada vez hay más jóvenes y adultos que repudian estas manifestaciones de odio y otros tantos que han perdido el miedo a denunciar el acoso por racismo que vivieron y viven en sus escuelas.

Una iniciativa viral que circula en Twitter nos acerca a esta terrible realidad que todos y todas debemos trabajar para cambiar. #ProfesRacistas se trata de un hashtag con el cual muchas personas están visibilizando el racismo que sufrieron, sufren o vieron en las aulas españolas por parte de los profesores.

El Servicio de Asistencia a Víctimas de Discriminación Racial o Étnica, perteneciente al Ministerio de Sanidad y Asuntos Sociales español registró en 2015 un total de 55 denuncias por racismo referidas al sector de la educación. Recientemente, Esteban Ibarra, presidente de la ong Movimiento por la Intolerancia, alertaba en el periódico Público que los casos de intolerancia entre menores se estaban incrementando: “Ya sea por ser extranjero, por ser negro, por ser LGTB, por ser gordo. Tienen mucha culpa las nuevas tecnologías. Antes los chavales tenían una capacidad de hostilidad mínima, pero ahora pueden hostigar en el colegio, en las redes, por watsapp”.

Pero, ¿dónde aprenden los niños, las chicas, los chavales y las jóvenes este tipo de intolerancia basado en un odio sin sentido? ¿Sólo en Internet, en las redes sociales y en la televisión? O ¿quizás la reproducción del racismo que hacemos los adultos que estamos en contacto con ellos tiene mucho que ver?.

Resulta que, mientras las personas que son “el ejemplo a seguir”, como maestros, madres, padres, abuelos, abuelas, tíos, primos, doctoras, enfermeros, conductores de autobús, y ese largo etc. que conforma la sociedad, continúen reproduciendo el racismo, nada cambiará.

Racismo no sólo es odiar abiertamente a otro porque sea diferente a uno o una misma, sino también esos pequeños comentarios “inocentes” que marcan para toda la vida a un niño o niña que se siente igual en términos humanos que el que está en frente, pero que sin embargo, la sociedad se encarga de “recordarle” que no lo es, como si fuera una absoluta verdad, cuando debería ser la falacia de las falacias.

El blog Afroféminas creado por mujeres españolas con colores de piel distinto al “blanco” comienza su reflexión acerca del racismo español, con un relato que nos acerca a esa dura realidad que afectó los sentimientos de identidad de Antoinette Torres Soler, directora y creadora del blog:

“Lo cierto es que para mí el término afroespañola es muy nuevo. Toda la vida he sido negra y eso que tengo una madre blanca.

Es más, incluso para ella, he sido negra en un país que, hasta hace no mucho, no aceptaba los términos medios. Recuerdo que cuando era pequeña, directamente, decía que era de Guinea Ecuatorial cuando soy de Madrid porque me sentía así (pese a que nunca había visitado el lugar que vio nacer a mi padre). Por otro lado, de esa manera, acababa antes y evitaba tener que dar explicaciones a gente que, aunque escuchara mi acento, profundamente castizo, no podía entender que “alguien como yo” no viniera de un rincón del planeta lejano“.

Educar a los niños en el respeto
Respeto no significa callar y no decir nada, respeto es una palabra mucho más amplia y profunda que engloba infinitos aspectos sociales que nos influyen en nuestra vida. Valorarnos como personas dignas unos a otros, seamos como seamos, tengamos el color que tengamos, vengamos de donde vengamos. La dignidad debería ser un derecho en el momento en que nacemos, no sólo a tenerla, sino un derecho a que nos la enseñen.

Los padres y tutores de los niños cumplen un papel fundamental en la reproducción del racismo (y otro tipo de discriminaciones). Educar en el respeto debería ser una de las asignaturas obligatorias de aquellos que educan a sus hijos y una de sus preocupaciones más amplias si quieren dejarles a sus hijos la mejor herencia que se les puede dar: una sociedad pacífica, libre de prejuicios y racismo, respetuosa con todos los seres humanos, una sociedad sin odio, sin rabia, sin guerras, sin violencia, sin destrucción.

Cómo hacerlo no es fácil, pues probablemente no exista en la Tierra ni una sola alma que no haya visto alguna forma de discriminación en su vida, de forma aceptable, como si de una enseñanza válida se tratara. Sin embargo, cambiar esto está en nuestras manos, por lo que tenemos una responsabilidad como seres humanos de educar a nuestros hijos e hijas en el respeto.

En primer lugar, necesitamos revisarnos a nosotros mismos. Mirarnos en el espejo y reconocer cuáles son nuestros prejuicios, sean los que sean. Trabajar en nuestra psique y conciencia es lo primero que tendríamos que hacer si deseamos ser madres y padres que eduquen en el respeto. Liberarnos de nuestros prejuicios es el primer paso.
Como madres y padres también tenemos derecho de asegurarnos de que nuestras hijas e hijos están recibiendo una educación en el respeto en las aulas, por lo que es importante tener claro que cualquier tipo de discriminación en su escuela afecta a nuestros hijos e hijas, incluso aunque no sean ellos las víctimas directas.
En casa, la educación en el respeto comienza desde el minuto cero. Nuestros comentarios, nuestras intolerancias, cada actitud que tenemos es una enseñanza para nuestros hijos. Fomentar una buena autoestima en nuestros hijos basada en la tolerancia y la comprensión a sí mismos y hacia los demás, es la base de una educación basada en el respeto. Enseñarles la riqueza cultural que existe en su entorno y las gratificaciones que pueden tener de los intercambios culturales es otra de las maneras de ayudarles a crecer libres de prejuicios. Puedes hacerlo a través de la gastronomía, la música, lecturas, viajes, etc.
Hablar mucho, conversar, explicar, razonar… No vale con decirle a un niño que ser racista está mal, sino que es necesario darle una explicación intelectual (dentro de los límites de su edad) para que comprenda las implicaciones que tiene ser racista o prejuicioso con los demás y entienda lo que significan frases como que todos tenemos los mismos derechos y debemos respetarnos unos a otros. Estar atenta a situaciones de intolerancia y discriminación en las aulas es fundamental para educar en el respeto.