Un trabajo del Centro de Investigaciones Geográficas perteneciente al Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, estudia la pérdida y desperdicio de alimentos hortícolas desde la producción primaria hasta el consumo en los hogares, indagando su relación con modelos productivos convencionales, orgánicos y agroecológicos de la región.
Las hortalizas generalmente son cultivadas en los cinturones que rodean las ciudades, de ellos, el Cinturón Hortícola Platense se destaca a nivel nacional: gracias a diversos actores con variadas formas de producción y comercialización, se calcula que abastece a 14 millones de personas. En nuestro país, se pierde y desperdicia anualmente el 12,5% de la producción agroalimentaria total, lo que representa 16 millones de toneladas de alimentos.
Las Pérdidas y Desperdicios de Alimentos (PDA) han sido definidas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como la reducción de la cantidad o la calidad de los alimentos a lo largo de la cadena de suministro. Cuando la disminución en cantidad o calidad ocurre entre la producción y la distribución minorista, sin incluirla, se habla de pérdida. Por otro lado, el desperdicio es la disminución en cantidad o calidad de los alimentos durante la distribución minorista y el consumo. Así como en el 2011 la FAO estimaba que anualmente se perdía y desperdiciaba cerca de un tercio de la producción mundial de alimentos, las cifras más actuales indican un 14% de pérdidas en términos de valor económico, y un 17% de desperdicios en términos de toneladas.
Los datos nacionales indican que en nuestro país, se calcula que se pierde y desperdicia anualmente el 12,5% de la producción agroalimentaria total, lo que representa 16 millones de toneladas de alimentos. De este 12,5%, el 11,3% es explicado por pérdidas y sólo un 1,2% por desperdicios.
“Por grupo de alimento, acompañando la tendencia mundial, las hortalizas integran aquel que más pérdidas y desperdicios sufren, llegando casi a la mitad de su producción total. Mientras algunos estudios indican que la mayor parte se pierde, otros señalan que las mayores disminuciones ocurrirían durante la venta minorista, en verdulerías y negocios de barrio”, explicó la Licenciada Rocio Ennis, autora del trabajo.
Por su parte, el sur del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA-Sur), conformada por los partidos de Florencio Varela, Berazategui y La Plata, concentra el 73% de las explotaciones hortícolas de la provincia de Buenos Aires, provee el 82% de las hortalizas que se comercializan en el Mercado Central de Buenos Aires, y abastece a más de 14 millones de habitantes dentro del AMBA y otras regiones del país. A su vez, el partido de La Plata reúne en la actualidad a casi la mitad de las explotaciones del Cinturón bonaerense, con una producción anual promedio de 142.000 toneladas, y más de 5.000 productores. Los cultivos principales son el tomate, el morrón y la berenjena, como hortalizas de fruto; y la lechuga, la acelga y la espinaca como hortalizas de hoja.
Además, La Plata es el principal productor de alcauciles del país y también se destaca con una importante producción florícola. Sin embargo, el Cinturón Hortícola Platense (CHP) no es homogéneo. Así como en él conviven desde grandes productores capitalizados (empresariales) a productores en proceso de descapitalización (con dificultades para su reproducción), también se desarrollan modos de producción alternativos, como la horticultura orgánica o la agroecológica.
“Nuestro objetivo fue identificar las características de las pérdidas de hortalizas en las quintas en función de los canales de comercialización empleados por los productores. Los resultados indicaron que las contingencias climáticas, mecánicas, de infraestructura y de mercado son muchas veces imprevisibles e inmanejables, y las hortalizas son productos vivos, delicados y altamente perecederos”.
“Pero más allá de que el contexto espacio-temporal pueda enfrentar a los productores convencionales, orgánicos y agroecológicos del Cinturón Hortícola platense a desafíos compartidos, pudimos comprobar que las especificidades de cada circuito comercial absorben o expulsan alimentos de forma singular, convirtiéndolos en pérdidas. Por ejemplo, los supermercados rechazan los productos que no se ajustan a las exigencias de sus fichas técnicas. El canal convencional, con los mercados concentradores, suele saturarse y la caída de los precios es tal que al productor ni siquiera le es rentable cosechar las verduras”, detalló la investigadora de la UNLP.
La incertidumbre de mercado, las exigencias del canal, los estándares de calidad, la acotada posibilidad de acceso a distintos canales de comercialización, la dependencia de terceros o la falta de experiencia, son motivos de pérdida que pesan más o menos según el modelo productivo.
Algunas prácticas que podrían colaborar a la reducción de las pérdidas en quinta, serían la diversificación de los canales comerciales y la redistribución hacia otros consumidores, estrategias que identificaron principalmente en la producción orgánica. A su vez los productores agroecológicos agrupados pueden tener mayor certeza de sus ventas gracias al trabajo colectivo, incluyendo el acuerdo de precios y su mantenimiento por varios meses. Más profundamente, un cambio en la concepción de los alimentos podrá disminuir sus pérdidas. Desde la producción agroecológica se discuten los estándares de calidad, que ya no dependen de una cuestión cosmética, sino que es asociada a la producción ecológicamente limpia y socialmente justa.
En la actualidad este trabajo está orientado puntualmente a determinar las causas, las estrategias de prevención y de gestión de las pérdidas de alimentos en los subsistemas convencional y alternativo, desde las quintas donde se producen las verduras, hasta los hogares.