“Cristina es la conducción, vamos a ver si lo entienden.
Yo siempre te voy a seguir, no me importa lo que digan.
Y si querés otra canción, vení, te presto la mía”.
Las estrofas, coreadas con fuerza por la militancia de La Cámpora en el club Atenas de La Plata, resonaron con potencia política. Fue el 20 de septiembre de 2023, en un acto pensado para dejar algo más que una postal partidaria. La bandera desplegada por los militantes lo dejó aún más claro: “Nada sin Cristina”. Fue un mensaje directo y sin eufemismos para Axel Kicillof, a solo unas cuadras de su despacho en la Gobernación.
El evento marcó uno de los puntos más visibles de una tensión latente, pero el quiebre venía gestándose desde bastante antes.
La primera grieta: la intervención del gabinete
Todo comenzó en septiembre de 2021, tras la derrota del Frente de Todos en las PASO. Luego de una reunión en El Calafate con la entonces vicepresidenta, Kicillof anunció cambios en su gabinete con la excusa de “fortalecer la gestión provincial”. Pero puertas adentro, el movimiento fue interpretado como una intervención directa de Cristina en la estructura de gobierno bonaerense.
El recambio incluyó la salida de Carlos Bianco, su principal colaborador, quien fue desplazado de la Jefatura de Gabinete a un cargo más decorativo. Su lugar fue ocupado por Martín Insaurralde, por entonces intendente de Lomas de Zamora y aliado de Máximo Kirchner. También se sumó al equipo bonaerense Leonardo Nardini, otro intendente con llegada al Instituto Patria.
Desde ese momento, en el entorno de Kicillof se empezó a hablar de una “tutela” sobre su gobierno. La designación de Insaurralde fue leída como un límite impuesto desde el núcleo kirchnerista duro.
El escándalo de Marbella y el regreso de Bianco
Dos años más tarde, en septiembre de 2023, explotó el escándalo que puso fin a esa cohabitación forzada. Insaurralde fue filmado en un yate de lujo en Marbella junto a una modelo, brindando con champagne. Al día siguiente presentó su renuncia y Kicillof no dudó en aceptarla. En La Plata se aseguraba que el lomense usaba su cargo más para la rosca política que para la gestión real.
Con el nuevo mandato ya iniciado, Bianco volvió a ocupar el rol del que había sido desplazado. Para el gobernador fue una suerte de reivindicación. Un gesto simbólico de reparación política.
El cierre de listas y las tensiones sin retorno
El 24 de junio de 2023 fue el límite para presentar candidaturas. Kicillof aguardó una llamada que nunca llegó. Sin avisar, se presentó cerca de las 21 en la residencia del jefe de Gabinete para firmar su postulación junto a Verónica Magario, minutos antes del cierre.
Hasta último momento, en esa mesa se barajaban otros nombres para la vicegobernación: Martín Insaurralde, Daniela Vilar, Fernanda Raverta y Malena Galmarini. Pero Kicillof sostuvo a Magario, cerrando una alianza con La Matanza y desoyendo las presiones de La Cámpora.
Aquella noche, además, selló su negativa a ser candidato presidencial, como pretendía Máximo Kirchner. CFK había respetado su decisión, pero en el kirchnerismo comenzaron a reprochárselo: “Es un desleal y un desagradecido”, repetían con bronca.
La “nueva canción” y el inicio del poskirchnerismo
El 6 de septiembre de 2023, en un acto con Juan Grabois y Ofelia Fernández, Kicillof soltó una frase que encendió aún más la interna:
“No vamos a entusiasmar demasiado con una propuesta nostálgica. Perón, Evita, Néstor y Cristina son los momentos más gloriosos que vivió nuestro país. Pero hay que darle un carácter de época nuevo y generacional… Va a haber que componer una nueva (canción), no una que sepamos todos”.
La respuesta fue inmediata. Máximo Kirchner ironizó: “Yo no me dedico a la música”. Y Mayra Mendoza lanzó una advertencia: “Hay que ser respetuoso siempre, con mucho cuidado de lo que se dice, porque genera sentido”.
Para el núcleo duro del kirchnerismo, el mensaje fue claro: Kicillof estaba proponiendo jubilar políticamente a Cristina. Desde entonces, lo acusaron de querer despegarse de su mentora y posicionarse como nuevo líder del peronismo.
Larroque rompe el silencio y profundiza el quiebre
El 13 de abril, en la Quinta de San Vicente, Andrés “Cuervo” Larroque terminó de dinamitar los puentes con el cristinismo: “¿Qué es la conducción de Cristina? ¿Que tres ñatos te manden un WhatsApp?”, lanzó en un acto junto a Kicillof.
Fue el primer dirigente del riñón de la ex presidenta en cuestionar abiertamente su forma de conducción. Con su frase, abrió un nuevo capítulo de la disputa por el liderazgo dentro del peronismo bonaerense.
El desdoblamiento electoral que ahora impulsa Kicillof es el corolario de esta serie de episodios. Un camino de distanciamiento progresivo, donde las heridas no cicatrizaron y los mensajes —en forma de canciones, frases o listas— siempre tuvieron destinatarios precisos. Lo que hoy se presenta como una diferencia táctica, en realidad, es una disputa profunda por el control del futuro del peronismo en la provincia más importante del país.