Sus pautas de sueño o su capacidad de adaptarse a nuevos ambientes son indicios de una gran capacidad cognitiva.
Las capacidades cognitivas de pulpos, sobre todo, pero también de sepias y calamares, asombran a los investigadores, que toman su sistema nervioso como modelo para entender el nuestro.
La psicóloga Jennifer Mather, de la Universidad de Lethbridge (Canadá), por ejemplo, esgrime un argumento para adjudicarles un elevado grado de inteligencia, e incluso consciencia: duermen de una manera similar a las aves y los mamíferos. De hecho, los pulpos pasan la mayor parte del tiempo retirados en grietas, donde estrechan las pupilas de sus ojos, adoptan un color del cuerpo muy concreto –gracias a sus cromatóforos, células con pigmentos en su interior que tienen la propiedad de reflejar la luz– y no reaccionan si se les estimula durante esas «siestas».
Además, como nos pasa a nosotros, experimentan un efecto rebote o memoria del sueño. Si se les despierta y no se les deja reanudar el reposo, luego deben recuperarlo y duermen más tiempo al día siguiente. Antes se pensaba que se mantenían en un estado de alerta o semiactivación, siempre pendientes de los depredadores, pero ahora sabemos que descansan de manera más profunda, lo que es coherente con un cerebro o red neuronal estrechamente conectada.
Jean Boal, de la Universidad de Millersville, en Pensilvania, ha observado que otros cefalópodos, las sepias, duermen por etapas y experimentan algo parecido a nuestra fase REM –movimientos oculares rápidos–. De ser cierto, es importante, porque ese estadio onírico se asocia a los sueños y la memoria episódica, la que nos permite recordar y aprender de la experiencia.
Curiosos por naturaleza
Otro ejemplo de flexibilidad cefalópoda es la rápida adaptación a los nuevos ambientes. Cuando pasan unos días en los acuarios, los pulpos se vuelven muy curiosos y nadan de un lado a otro del tanque, analizando cada centímetro cuadrado. Pasado un tiempo, incluso tratan de escapar.
El experto en pulpos David Scheel, de la Universidad Alaska Pacific, cree que buscan, sutilmente, maneras de saber si los miras. Algo muy útil si tenemos en cuenta el gran número de depredadores que acechan a estos moluscos: barracudas, focas, elefantes marinos, ballenas, delfines, etcétera.
En la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) aprendieron a apagar las luces lanzando chorros de agua sobre los interruptores, lo que provocaba cortocircuitos en el sistema eléctrico. Como la broma comenzó a salir cara para el departamento, optaron por dejarlos en libertad. Estos casos nos indican que dentro de esas mentes suceden más cosas de las que nos imaginamos: los pulpos tienen temperamentos diferentes y les gusta manipular objetos de su entorno, tanto en libertad como en cautiverio.