Extraer agua de las rocas para poder sobrevivir en otros planetas, descubrir cómo funciona el sol por adentro para resolver los problemas energéticos a futuro, y explorar satélites y asteroides para sacar minerales y eventualmente comercializarlos motivan los desarrollos de «tecnologías de punta» en las que trabaja la NASA estadounidense, afirmó una directiva de esa agencia espacial.
«Nuestro mundo no sería lo que es si el ser humano no hubiese ido al espacio, porque más del 70 por ciento de las cosas que usamos todos los días son derivadas de la tecnología espacial: en la medicina, como la resonancia magnética; en cómo cocinamos (teflón); en aleaciones metálicas; la comunicación y la información satelital para poder pronosticar y mitigar los riesgos naturales», enumeró la directora del Programa de la Ciencia de la NASA, Adriana Ocampo.
En una entrevista en la residencia del embajador estadounidense en Buenos Aires, a donde llegó tras una campaña de observación del asteroide MU69 en Mendoza, la geóloga planetaria describió en qué está trabajando la NASA: «Estamos aprendiendo que podríamos extraer agua de rocas, y esa es tecnología que se ha comprobado (que funciona) y que se está desarrollando».
«Uno de los retos más grandes es cómo puede vivir el ser humano en otras superficies planetarias, y el agua es básica. Entonces, si queremos mandar seres humanos a otras superficies planetarias, el poder producir agua es algo importante, así como poderla reciclar, como se hace en la Estación Espacial Internacional haciendo bebible la orina», señaló Ocampo.
Estos desarrollos, indicó, beneficiarán a la gente que vive en zonas desérticas de la Tierra en las que no se puede obtener agua, proyectos que incluso harán viable que el humano viva en lugares en los que antes era imposible.
«Eso es lo extraordinario de la ciencia y la exploración espacial, porque cada vez que vamos a investigar un vestigio de nuestro sistema solar, aprendemos cosas completamente inesperadas, que tienen tremendos beneficios para la humanidad», continuó la científica.
Entre estos beneficios inesperados mencionó los paneles solares que se desarrollaron para la sonda Juno -que desde 2016 orbita Júpiter-, con una tecnología que ya ha mostrado sus beneficios «porque han hecho que esas celdas solares sean un 20 por ciento más eficientes» que las de hace una década.
De hecho, el energético «es uno de los retos más grandes que tenemos como humanidad, y una de las fuentes de energía más importantes que tenemos es nuestra estrella, el Sol», siguió la directiva de la NASA.
Pero «todavía no entendemos qué es lo que está pasando dentro de él. Si pudiéramos replicar a una escala infinitésima ese proceso, podríamos hasta resolver los problemas energéticos de nuestro planeta», aseguró Ocampo, y dijo que por eso la agencia envió una misión como Juno a Júpiter, «porque no solamente es el planeta más grande de nuestro sistema solar, sino que emite más energía que la que recibe, o sea que es una proto estrella”.
En esta línea mencionó también a la misión Parker Solar Probe, presentada el 31 de mayo y que despegará el año que viene con el «muy difícil» objetivo de orbitar cerca del Sol para tratar de develar, entre otras cosas, el misterio de la inversión térmica, que hace que la coronoa (atmósfera) registre una temperatura superior a los 5.500 grados internos.
«Uno de los enigmas es por qué la corona es más caliente que el manto del sol. Es una dicotomía que no entendemos, entonces yendo a planetas como Júpiter, que es un poquito más fácil que el Sol y es parecido, porque emite más energía de la que recibe, vamos a poder investigar ese proceso con la misión Juno», detalló la investigadora.
Otra de las posibilidades, que genera un «fuerte apoyo del sector privado», radica en «el potencial de hacer minería espacial de asteroides, una fuente extraordinaria de minerales».
«Estamos dando los primeros pasos. El ser humano siempre busca una forma de hacerlo viable y, eventualmente, comercializar lo que potencialmente está en el futuro», adelantó.
La científica estadounidense destacó que la Conae (Comisión Nacional de Actividades Espaciales) «ha sido y sigue siendo una aliada muy grande para NASA y ha desarrollado el satélite (SAC-D Aquarius) que se construyó en Argentina, se probó en Brasil y lo que se proveyó fue el instrumento», y reivindicó: «Pienso que es una muestra muy importante de cómo trabajar en equipo a nivel global».