i bien es cierto que existen necesidades urgentes, como la pobreza, la exclusión, la falta de medicación, la literatura desempeña un papel fundamental en el desarrollo integral de las comunidades menos privilegiadas, en tanto herramienta poderosa para mejorar las habilidades lingüísticas y cognitivas; aumentar la autoestima y fomentar el pensamiento crítico en personas de todas las edades y niveles educativos.
En el marco de la discusión sobre el reciente proyecto “Ley ómnibus” -finalmente rechazado en el Congreso- cuyo artículo N° 60 establecía “Derógase la Ley N° 25.542 de precio uniforme de venta al público de libros”, norma más conocida como Ley de Defensa de la Actividad Librera, emerge un conjunto de consideraciones necesarias.
Ya distintos integrantes del ecosistema editorial señalaron en su momento que esa iniciativa del Gobierno provocaría la desfinanciación del mundo del libro, en general, y de la lectura en particular, es crucial considerar no solo los beneficios que la lectura y la literatura tienen para los empresarios y el mundo de los negocios sino también para los sectores más vulnerables de la sociedad, que a través del acceso a la cultura tienen una oportunidad invaluable de crecimiento y desarrollo.
La literatura también proporciona acceso a nuevas perspectivas, conocimientos y experiencias, lo que puede ser especialmente beneficioso para aquellos que enfrentan situaciones de marginalidad o exclusión social. La lectura de historias que cuentan sus propias realidades o las de otros cercanos amplía sus horizontes, expectativas y la conexión con el mundo que los rodea.
A través de la creación de personajes, tramas, escenarios y diálogos, la literatura ofrece una ventana al mundo interior y exterior del lector, explorando temas universales como el amor, la muerte, la identidad y la sociedad.
Más allá de su función estética, las letras desempeñan un papel fundamental en la preservación y transmisión de la cultura, la crítica social y el fomento de la empatía y la comprensión entre las personas.
La literatura argentina ha sido un vehículo poderoso para conservar la historia y la cultura del país, ofreciendo a través de sus obras una visión profunda de la identidad nacional y de sus valores más arraigados. La lista de autores de renombre es larga: Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, José Mármol, Lucio V. Mansilla, Eduarda Mansilla, Leopoldo Lugones, Alfonsina Storni, Jorge Luis Borges, César Aira y Gabriela Cabezón Cámara, solo por mencionar algunos. Su literatura ha desempeñado un papel fundamental en la conservación y representación de la historia y la cultura en formatos como la novela, el cuento y la poesía.
Mitre y Sarmiento, ambos presidentes de la Nación, utilizaron la literatura como una forma de difundir sus ideas políticas y sociales, plasmando en sus obras las luchas y transformaciones de la sociedad argentina durante el siglo XIX.
Estas obras, como “Amalia” de Mármol, “El gigante Amapolas” de Alberdi o “El matadero” de Echeverría, se convirtieron en registros literarios de épocas turbulentas y de cambios profundos en la identidad nacional.
Por otro lado, autores como Lucio V. Mansilla, a través de textos como “Una excursión a los indios ranqueles”, han contribuido a preservar y transmitir la cultura y las tradiciones de los pueblos originarios de Argentina y su articulación con el resto de la sociedad, documentando sus costumbres y modos de vida.
En la poesía, figuras como Lugones, Storni y Borges han explorado la identidad argentina, sus mitos y su historia, apropiándose de lo universal y universalizando lo propio, a través de una lente literaria singular y la creación de estilos y poéticas.
Si bien es comprensible que el gobierno priorice la atención a necesidades urgentes, desfinanciar la cultura y algunas de sus principales expresiones como la Feria del Libro -en cuya próxima edición el gobierno no estará presente como otros años con un stand institucional- las bibliotecas o las traducciones a otras lenguas, resultará contraproducente.
La literatura no solo beneficia a los sectores humildes en términos de desarrollo personal y educativo, sino que también puede tener un impacto positivo en la sociedad en su conjunto al fomentar la empatía, la comprensión y el pensamiento crítico, cualidades fundamentales para abordar problemas sociales complejos como la pobreza, la exclusión o las aspiraciones de ascenso social.
La literatura es una herramienta importante para los empresarios y el mundo de los negocios, pero también es una fuente de enriquecimiento personal y social para los sectores humildes. Desfinanciar la lectura sería privar a todos los sectores de una oportunidad invaluable de crecimiento y desarrollo, con repercusiones negativas a mediano y largo plazo para la sociedad en su conjunto.