Iniciada por un equipo de investigación del CONICET en el Centro de Química Inorgánica (CEQUINOR, CONICET-UNLP-asociado a CICPBA), la espectrohistoria es la rama científica que gracias, por un lado, al análisis químico y espectroscópico de diversos objetos y, por otro, al relevamiento documental, permite desentrañar rigurosamente controversias de carácter histórico. En el marco de esa disciplina, en los últimos años los expertos y expertas del CEQUINOR lograron dos hitos inmensurables al establecer el color original de dos de las banderas argentinas más antiguas que se conservan: en 2017, el del pabellón ordenado en 1814 por Bernabé Aráoz, primer gobernador intendente de Tucumán y síndico del Templo de San Francisco de esa provincia, cuyo estudio indicó que era blanco y azul de ultramar; y, en 2019, el de la denominada Bandera de Macha, una de las que dejó ocultas en el actual territorio de Bolivia el Ejército Auxiliar del Alto Perú al mando del general Manuel Belgrano luego de las derrotas en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma de 1813, que tenía dos franjas laterales blancas y una central de color azul índigo.
La otra bandera oculta por las huestes de Belgrano en una capilla del paraje Titiri, a 4.350 metros sobre el nivel del mar, con el objetivo de evitar que caigan en manos enemigas, fue trasladada en 1883 –el año de su hallazgo, siete décadas después de las batallas– al Museo Histórico Nacional, sito en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde se conserva bajo el nombre de Bandera de Ayohuma. Ese paño fue objeto de estudio del mismo equipo de investigación del CONICET que pudo determinar que su origen, composición y color son similares a los que tiene su hermana, hoy preservada en la Casa de la Libertad, en la ciudad boliviana de Sucre, junto a los restos de Juana Azurduy. Solo se diferencian en el orden de las franjas: la que se conserva en CABA tiene una franja central blanca, y la tonalidad oscura en sus extremos. Las conclusiones del trabajo se publican hoy en la revista científica Journal of Molecular Structure.
“El trabajo se centró en un jirón del pabellón patrio que fue conseguido gracias al interés del director del Museo Histórico Nacional, Gabriel Di Meglio, y la restauradora Paula Olabarrieta. El fragmento empleado para el análisis es casi imperceptible”, cuenta Rosana Romano, investigadora del CONICET en el CEQUINOR y autora de la publicación, y subraya: “Sin embargo, ese pequeño tesoro dispone de toda la información que estamos comunicando. Asimismo, los resultados de los estudios espectroscópicos y químicos realizados sobre hebras de la Bandera de Macha fueron esenciales para la comparación con los obtenidos en el presente trabajo”.
“Pudimos determinar –añade– que los paños usados para la confección de ambos estandartes tienen la misma naturaleza, que el colorante empleado para colorear la seda original fue el índigo, y, a partir de su composición química, que esa seda ingresó al país por el puerto de Buenos Aires, ya que la tintura no se corresponde con la que podría provenir, por ejemplo, del Alto Perú”. Según la experta, el índigo empleado proviene de la planta Isatis tinctoria, originaria de Europa, lo que le permite afirmar que ese colorante natural llegó desde allí en barco.
Los estudios requirieron la combinación de técnicas y procedimientos complejos, cada uno de los cuales sirvió para integrar fehacientemente los resultados. Es de destacar que las telas, de más de 200 años de antigüedad, conservan poco de su apariencia original. “La concentración actual del colorante es de menos de medio gramo en un tanque de mil litros de agua. Es una concentración muy pequeña, que solo puede ser hallada gracias a la sensibilidad del equipamiento empleado. El espectrómetro nos proyecta una foto exacta del color original, que ahora se encuentre diluido y atenuado”, explican desde el equipo, y agregan: “Entre las técnicas empleadas, se incluye el uso de nanopartículas de plata que permitió determinar la presencia, en muy baja concentración –apenas 60 moléculas–, de azul de metileno, seguramente agregado en algún momento al paño para recuperar su color original”.
Cabe destacar que el dato relacionado con el ingreso del paño al país, sumado a las dimensiones de las banderas, que tienen alrededor de 2 metros –lo que da la pauta de que no eran usadas como gallardetes o estandartes de batalla, sino para ser enarboladas en actos o ceremonias importantes–, más el corto período de tiempo que transcurrió desde el primer izamiento del pabellón patrio, el 27 de febrero de 1812, y el viaje del ejército de Belgrano hacia Vilcapugio y Ayohuma a comienzos de 1813, permite a los y las profesionales del CEQUINOR afirmar que ambas banderas fueron izadas por el entonces jefe del Regimiento de Patricios a orillas del río Paraná, en la actual Rosario.