El fenómeno de las noticias falsas, sus consecuencias y las posibles tácticas para limitar su impacto en la sociedad es motivo de debate entre especialistas en tecnología y comunicación que, lejos de llegar a acuerdos, parecen enfrentarse en posiciones antagónicas e irreductibles, según demostró una encuesta internacional realizada por un centro de estudios estadounidense.
El estudio publicado este jueves por el Pew Research Center indagó en las opiniones de 1.116 tecnólogos, científicos y pensadores de distintos países para entender si el ecosistema informativo podría mejorar en los próximos 10 años.
«En los próximos 10 años ¿surgirán métodos de confianza para bloquear las narraciones falsas y permitir que la información más precisa prevalezca en el ecosistema de información general? ¿O se deteriorará la calidad debido a la propagación de ideas inestables, a veces incluso peligrosas, socialmente desestabilizadoras?», fue la pregunta que guió la investigación.
La paridad en las opiniones fue casi absoluta, con una ventaja de tan sólo un punto a favor de la mirada pesimista.
El estudio sostiene que quienes entienden que el estado de la información no va a mejorar, creen que «los malos actores con malas ideas frustrarán los esfuerzos de los innovadores tecnológicos para remediar estos problemas».
En ese sentido, el director del Instituto Americano de la Prensa, Tom Rosenstiel, afirmó que «la desinformación no se puede resolver como un problema de plomería, es un condición social como el crimen y se debe monitorear constantemente para ajustarlo».
Sin abonar ninguna de las posiciones aludidas por el estudio, el profesor de la escuela de comunicación de la universidad de Northwestern Pablo Boczkowski se mostró a favor de un análisis no binario de un fenómeno que caracterizó como «complejo».
«Lo que creo es que, en la medida en que pase el tiempo, va a existir un sano escepticismo sobre lo que circula. La gente es bastante más inteligente de lo que se piensa, y además comienza a haber iniciativas que si bien no van a terminar con las noticias falsas, le ‘sube el costo a la mentira'», analizó en diálogo con Télam.
Así, dijo entender que los mensajes de las redes sociales no rompen el predominio de los medios tradicionales sino que lo complementan, y estimó que la capacidad de direccionar noticias tiene usos buenos y usos malos: «La segmentación no está mal, no se puede demonizar a estas técnicas que le pueden servir al productor a buscar a su público y al lector a encontrar lo que busca».
En este sentido, la profesora en comunicación de la Universidad de San Andrés Eugenia Mitchelstein recordó que el fenómeno de las noticias falsas no es nuevo en el periodismo solo que, gracias a las capacidades de las nuevas tecnologías, pueden ser direccionadas a públicos específicos.
En diálogo con Télam, la investigadora consideró que se deben matizar las explicaciones que otorgan un poder determinante a las campañas engañosas.
«Con el caso de Facebook y Trump, lo más fácil es decir que ganó tales y cuales estados gracias a las noticias falsas. Mucho más difícil es preguntarse si la victoria (del candidato republicano) no se explica porque Hillary (Clinton) era una mala postulante o si no tiene que ver la división de la sociedad», analizó.
Entre aquellos que entienden que el panorama será mejor en los próximos años, muchos de los encuestados por el Pew Research Center cifran sus esperanzas en reformas regulatorias aplicadas a las plataformas que ayudan a la desinformación y otros proponen marcar, señalar y etiquetar los contenidos cuestionables para evitar su propagación.
«La solución a los problemas políticos no es una solución tecnológica», señaló Mitchelstein y se mostró en contra de todo intento de edición previa de los contenidos: «sería incluso algo anticonstitucional».
Por su parte, el escritor y periodista especializado en tecnología Esteban Magnani explicó que «el problema de las noticias falsas no es solo técnico y su solución tampoco lo es».
«El problema tiene raíces más profundas en el sistema de medios, la distribución del poder o el sistema económico que legitima cada vez más cualquier conducta motivada por fines económicos aunque sea dañina para la sociedad. Pensar que un algoritmo va a detectar mentiras es ingenuo: al estudiarlo y probarlo se encuentran formas de evitar su bloqueo», sostuvo.
Por eso, continuó Magnani, «quien tenga mayor poder técnico también tendrá más poder para imponer su voz en la red. Poco queda de ese paraíso de democracia que prometía la red en sus comienzos (aunque, por supuesto, existan sitios con buenas prácticas que a veces se usan para legitimar al conjunto, aunque no sean representativos)».