iStock 1952045363
Foto: iStock

Su aire de perpetua nostalgia, las cuestas que agotan las piernas, los tranvías y cafés que no cambiaron en un siglo, los monumentos que recuerdan las hazañas marítimas, la calma provinciana de sus calles y las aspiraciones futuristas de los nuevos distritos otorgan a Lisboa una identidad única, una magia que atrapa a los visitantes. Si se trata de elegir los sitios más emblemáticos que hay que descubrir en una escapada, estos son los que nunca deben faltar.

Fuente: Viajes National Geographic

Torre de Belém. Lisboa
foto: istock

Torre de Belém

Cuando en 1516 Fernando de Arruda construyó el Castelo de São Vicente a par de Belém (ese era su nombre) para proteger el puerto de Restelo, sobre el Tajo, ni se imaginó que cinco siglos después se convertiría en el símbolo de Lisboa. Con su estampa de barco encallado, este sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco es uno de los mejores ejemplos del estilo manuelino, donde se conjugan los motivos góticos tardíos con las inspiraciones marítimas. Sus paredes, molduras, balcones y otros detalles son como un libro abierto de los años dorados de las exploraciones portuguesas, en un edificio que también sirvió como prisión y aduana. La visita, donde se puede conocer la Sala de los Gobernadores y las tétricas mazmorras, suele culminar con el ascenso a la terraza, donde se pueden atrapar algunas de las mejores panorámicas de la ciudad, sobre todo al atardecer.

 

Los Jerónimos. Lisboa
Foto: istock

Monasterio de los Jerónimos de Belém

A pocos pasos de esa torre se encuentra otra reconocida muestra del estilo manuelino, que floreció en el reinado de Manuel I (1495-1521) y que se puede entender como un diálogo del gótico con elementos renacentistas y moriscos. También catalogado como Patrimonio de la Humanidad, ese monarca lo ordenó construir en el siglo XVI para celebrar los descubrimientos de los exploradores portugueses, como se ve en los detalles que decoran la iglesia y el claustro, ricamente decorados con motivos náuticos y religiosos. Caminar por este patio siempre silencioso, con sus arcos en perfecto estado de conservación, es uno de los hitos en la visita; aunque también hay que mirar con calma la abigarrada estética de los portales principales y el lateral. En este edificio religioso, que como fue creciendo a lo largo de los siglos, se encuentran las tumbas de figuras históricas como Vasco da Gama, el poeta Luís de Camões y el escritor Fernando Pessoa; además de ser hogar del Museo Nacional de Arqueología y del Museo de la Marina.

Descubridores lisboa
Foto: Shutterstock

Monumento a los descubrimientos

Seguimos en el barrio de Belém, donde cerca del monasterio se eleva una estructura que recuerda a una carabela. Se trata del Monumento a los descubrimientos, construido en 1960 en homenaje al quinto centenario de la muerte del rey Enrique el Navegante, y para recordar que en el siglo XV ese pequeño reino llamado Portugalse había lanzado a explorar el mundo y pocas décadas después tenía colonias y factorías en América, África y Asia. Las esculturas de ese monarca, así como las de Vasco da Gama, Fernando de Magallanes, Pedro Álvares Cabral (descubrir de Brasil) o Bartolomeu Dias (el primer europeo en doblar el Cabo de la Buena Esperanza) y una quincena más se amontonan en un espolón del monumento, el cual dialoga con un mosaico de 52 metros con forma de rosa de los vientos que, en su interior, aloja un mapamundi con las hazañas marineras del antiguo reino. El monumento se puede visitar, y además de las panorámicas de la azotea, en sus siete plantas se suelen presentar exposiciones temporales.

Convento do Carmo
iStock

Convento do Carmo

El Convento do Carmo es todo un sobreviviente. Construido en 1389, fue duramente castigado por el feroz terremoto que destruyó Lisboa en 1755 y también sufrió severos daños en el incendio que se apoderó del barrio de Chiado en 1988. Pero ahí sigue de pie, con sus paredes a medio terminar tras la reconstrucción de mediados del siglo XIX y sus arcos ojivales que parecen sostener al cielo ante la ausencia de un techo. Estratégicamente ubicado sobre una de las colinas que vigilan la ciudad, además de ser una metáfora de la resistencia de Lisboa ante los desastres naturales es sede del Museo Arqueológico do Carmo. Centrado en la historia local desde la Prehistoria hasta la Edad Media, también cuenta con un variado patrimonio -en gran parte, producto del expolio de siglos-, con piezas como cerámicas y momias precolombinas, sarcófagos del Antiguo Egipto, restos visigóticos y túmulos medievales.

Arco da Rua Augusta
Foto: AdobeStock

Arco de la Rua Augusta

Otro símbolo del renacer de Lisboa tras el terremoto es el arco del triunfo que enlanza la Rua Augusta, una de las principales avenidas comerciales de la ciudad, con la famosa Plaza del Comercio. El arco se levantó entre los trabajos de reconstrucción tras el temblor y finalizó más de un siglo después, en un estilo neoclásico lleno de detalles alegóricos (como el conjunto que representa a la Gloria, el Valor y el Genio) y de homenajes a figuras históricas como Vasco da Gama, el Marqués de Pombal, el general Nuno Álvares Pereira y el guerrero lusitano Viriato. Es posible acceder a las entrañas de este monumento y subir sus 30 metros hasta el mirador, donde se pueden tener hermosas vistas de la plaza, el estuario del Tajo y los barrios Alto y Alfama.

Comercio
Foto: Shutterstock

Plaza del Comercio

Ni bien se atraviesa el Arco da Rua Augusta, como un escenario se despliega la Plaza del Comercio, quizás el kilómetro cero de la vida social y turística de Lisboa, y uno de los iconos del renacimiento urbanístico tras el terremoto. Precisamente, en su centro se encuentra la estatua ecuestre del rey José I, quien tuvo que cargar con la destrucción a sus espaldas y emprender la reconstrucción de la ciudad, delegada al Marqués de Pombal. Además del arco, la plaza es abrazada por una serie de edificios amarillos de una elegancia austera, donde bajo sus pórticos se encontraban uno de los mentideros más famosos de la corte y actualmente está lleno de restaurantes y cafés, que invitan a tomar una bica (expreso) con un pastel de nata mientras se contempla el Tajo que corre detrás del embarcadero de Cais das Colunas.

Elevador de Santa Justa
Foto: AdobeStock

Elevador de Santa Justa

Si tras dar una vuelta por el céntrico sector de Baixa se pretende subir al barrio Alto, más de uno se desanimará al ver las pendientes que hay de por medio. Por suerte hay forma de sortearlas, como el elegante elevador de Santa Justa, que desde 1902 comunica la Rua do Ouro con el Largo do Carmo de una forma rápida y cómoda. Raoul Mesnier du Ponsard, un aprendiz de Gustave Eiffel, diseñó la estructura de estilo neogótico con sus cabinas de madera decoradas con latón, que conduce a uno de los miradores más recomendados de la capital portuguesa.

Alfama
Foto: Shutterstock

Barrio de Alfama y Castillo de São Jorge

A pesar de las riadas de turistas que con esfuerzo transitan por sus cuestas, el barrio de Alfamaconserva el espíritu bohemio que le imprimieron los pescadores que se asentaron tras el abandono de la aristocracia luego del terremoto de 1755. Ubicado en la colina más alta de la ciudad, en sus calles de trazado tortuoso y adoquines se encuentran tiendas detenidas en el tiempo, cafeterías que aprovechan cada rincón para poner sus mesas y (cada vez más) comercios de diseñadores emergentes. El paseo por la Alfama puede culminar con la visita al Castillo de São Jorge. La antigua fortaleza árabe no es especialmente bonita, además han quedado sectores sin tocar tras el sismo; pero ofrece una de las mejores vistas que se pueden tener de Lisboa, con las casas de paredes blancas y tejas rojas en primer plano, y el Tajo como telón de fondo.

Lisboa catedral
Foto: Shutterstock

CATEDRAL DE LISBOA

Lejos de la estética gótica que tienen muchas catedrales de Europa, la Sé de Lisboa parece más una fortaleza que un templo religioso, con un sencillo rosetón en la fachada principal y dos robustos campanarios rematados por almenas. Construida a mediados del siglo XII sobre los restos de una mezquita, consta de tres naves que alojan un interesante patrimonio de arte sacro, como el claustro gótico que data del siglo XIV -donde se han descubierto restos romanos, visigodos y árabes-; las capillas de Bartolomeu Joanes (interesante muestra del gótico flamígero) y de San Idelfonso (con un denso pero elaborado arte barroco) y la cripta, el sector más antiguo del edificio. La visita se puede enlazar con el museo que guarda los tesoros de la catedral, como reliquias, manuscritos, joyas y otros objetos de arte religioso.

Tranvía 28
Foto: Turismo de Lisboa

Tranvías de Lisboa

Quien no se anime a fatigar las piernas por las cuestas de Alfama, puede aprovechar a tomar el 28, uno de los tranvías históricos más famosos de Lisboa. Da un poco de vértigo ver cómo los residentes se refugian en los portales con acostumbrada indiferencia, pero excepto ese detalle los viajes en este y en los otros tranvías de la ciudad es como meterse en una máquina del tiempo, porque a pesar del paso de las décadas siguen conservando sus asientos de madera, su estructura amarilla y sus pantógrafos que suelen sacar chispas cuando rozan las catenarias.

Centro de Arte Moderno de la Fundación Gulbenkian
Foto: Shutterstock

Museo Calouste Gulbenkian

Cuando el magnate del petróleo Calouste Gulbenkian murió en Lisboa en 1955 no solo donó a su ciudad adoptiva la mayor parte de su fabulosa colección de arte, sino que también dispuso que su fortuna personal se destine a crear una fundación para promover la cultura, la ciencia, la educación y la beneficiencia. Así se crearon el Museo Calouste Gulbenkian, la Biblioteca de Arte (con un acervo de 160.000 libros) y un Auditorio; instituciones que se encuentran en unas modernas instalaciones creadas en 1969, que se han expandido con el nuevo edificio diseñado por Kengo Kuma para el Centro de Arte Moderno. El museo expone solo una sexta parte de su patrimonio de 6.000 piezas, que van desde obras de arte antiguas (de Grecia, Mesopotamia, Egipto o Roma) a porcelanas chinas, grabados japoneses y artículos textiles de Persia. También exhibe un rico patrimonio de arte europeo, desde los siglos XI al XX, con acento en las artes decorativas; además de un apartado dedicado al arte contemporáneo de Portugal.

 

Panteón
Foto: Shutterstock

Panteón Nacional

En un principio fue concebido como la iglesia de Santa Engracia, pero demoraron tanto en construirla que cuando se terminó a mediados del siglo XX ni se acordaron de consagrarla. Por ello este monumental edificio barroco se convirtió en el Panteón Nacional, que alberga las tumbas de personalidades históricas de Portugal, como varios expresidentes, escritores como Almeida Garrett, Aquilino Ribeiro y Guerra Junqueiro, la cantante de fado Amália Rodrigues y el futbolista Eusébio da Silva Ferreira. Sus mosaicos de figuras geométricas y sus detalles en mármol son algunas de sus características más reconocidas. En la visita se puede ascender a su cúpula de 80 m de altitud , todo un atalaya para contemplar Lisboa en 360 grados.

LX Factory
Foto: Shutterstock

LX Factory

A fines del 2000 la antigua fábrica de la Companhia de Fiação e Tecidos Lisbonense, en el barrio de Alcântara, era un páramo industrial abandonado. Pero por suerte fue resurgió como LX Factory, una amalgama de centro cultural, tiendas de diseño, bares, restaurantes, galerías de arte y librerías que conviven entre sus edificios de ladrillos y columnas de hierro. Cada domingo allí funciona el LX Market, un mercadillo de artesanías y ropa de jóvenes diseñadores que suele estar muy concurrido los mediodías de buen tiempo. Si tanta gente agobia, se recomienda hacer una pausa con un brunch o un café de especialidad, y luego volver a explorar las paradas.

Café A Brasileira. Lisboa
Foto: istock

Café A Brasileira

Lisboa cuenta con numerosos cafés históricos, como el Martinho da Arcada en la Plaza del Comercio (el más antiguo de la ciudad), la elegante Pastelaria Versailles en la Avenida de la República o el clásico Nicola Café en el barrio de Rossio. Pero posiblemente el más famoso sea el Café A Brasileira: abierto en 1905, el mundo literario lo reconoce porque era como la segunda casa del escritor Fernando Pessoa, inmortalizado en una estatua de bronce en la entrada. Vale la pena entrar, pedir un café y sentir el espíritu nostálgico del lugar ricamente decorado en estilo Art Nouveau.

Parque Naciones Lisboa
Foto: Shutterstock

Parque de las Naciones

No todo en Lisboa es nostalgia y recuerdos del pasado: para ser anfitriona de la Expo 98 la capital portuguesa transformó una de las zonas más degradadas de la ciudad en un nuevo barrio con torres de cristal, arquitectura de vanguardia, zonas verdes y embarcaderos. Tras aquel evento, han quedado importantes infraestructuras, como la torre Vasco da Gama que se eleva a 140 m de altitud, el Oceanario de Lisboa (uno de los acuarios más grandes de Europa), la Estación de Oriente, el Pabellón Atlántico, el Casino de Lisboa o el Teatro Camões. Dada las grandes distancias que hay en este nuevo distrito, se sugiere agilizar la visita con el teleférico que recorre la orilla del Tajo en 10 minutos.