Son los superhéroes del mundo de la nutrición, la panacea que previene y cura todas las enfermedades habidas y por haber, según sostienen muchos. Hablamos de los superalimentos, una rimbombante y atractiva etiqueta que cuelga de algunas frutas, verduras, algas, cereales o bebidas, y que pretende indicar que estamos ante una extraordinaria fuente de salud gracias a su singular aporte, por ejemplo, de vitaminas o minerales. Entre ellos, estarían productos como el cacao, los arándanos, la quinua, la maca andina o las semillas de chía.
Pero ¿qué opinan los especialistas al respecto? Las respuestas las encontramos enmarcadas en una difusa zona de grises en la que los expertos, sin refutar los innegables beneficios que encierran, también señalan cuál es el verdadero protagonismo que deberían ocupar en la dieta. El cual, dicho sea de paso, «tendría que ser compartido con el resto de los productos tradicionales, ya que los conocidos como superalimentos son pobres o incluso carecen de nutrientes esenciales», sostiene Sara Martínez, profesora de Nutrición de la Universidad Europea de Madrid.
Si con esta afirmación la especialista ya siembra la duda sobre la superioridad que se les atribuye, con la siguiente la pone en jaque: «Aunque disfrutan de una composición rica en los denominados ingredientes funcionales, que favorecen la buena marcha del organismo, lo cierto es que ni curan ni salvan vidas».
Tampoco Bárbara Romano, dietista-nutricionista del Hospital Clínic de Barcelona, defiende la supremacía de estos productos y se muestra cauta a la hora de alabar sus propiedades. Además, sostiene que «el concepto de por sí puede confundir al consumidor al hacerle creer que solo por comer mucho de uno de estos artículos su estado de salud mejorará, lo cual podría llevarle a reducir o eliminar de los menús otros comestibles igual de beneficiosos, con las deficiencias que eso acarrearía».
Por su parte, Laia Gómez, dietista-nutricionista de la Clínica Alimmenta de Barcelona, constata en la consulta un fenómeno muy extendido: «Muchas personas piensan que basta con añadir estos productos a sus comidas para compensar los desequilibrios que ocasiona una mala dieta. Y no es así».